El otro día alguien me contó que había leído que es imposible gestionar más de diez amistades profundas a la vez. Yo, que iba conduciendo, me vi sacada de golpe de mi concentración a lo Fernando Alonso (cuando me pongo delante de un volante me convierto en un personaje del GTA… o algo así). ¿Diez? ¿Por qué diez?
Me paré a pensar en mis amigas. Mi mejor amiga y yo no recordamos el día en que nos conocimos, pero su madre y la mía nos han contado que las dos llevábamos pañales aún (y que yo concentré mis esfuerzos en distraerla para comerme una patata frita que llevaba en la mano).
Una se pone a pensar… ¿y qué es una amiga realmente? ¿Es esa colega con la que te ríes hasta encontrarte mal? ¿La que te abraza como nadie cuando lloras? ¿Las dos cosas? Supongo que es lo suficientemente complicado como para que nadie pueda dar una definición cerrada que satisfaga a todo el mundo. Cada amistad es un mundo y… qué bien que sea así.
No me gusta clasificar ciertas cosas. Las personas que me conocen saben que soy muy pasional. Excesivamente emocional, opino a veces. Sin embargo, aunque esa característica me ha hecho sentir una tonta más de una vez, con el tiempo nunca me he arrepentido de ser así. Siento las cosas con una intensidad que me abruma, para bien y para mal, y eso me ha hecho ser quien soy. A mis treinta años he aprendido una cosa importante y es que es absurdo darle la espalda a lo que nos viene de vuelta en un espejo. Hola, coqueta: esa eres tú.
Muchas veces me he parado a pensar en qué es lo que me ha hecho ser amiga de mis amigas y no de otras personas con las que me he cruzado. Y es que tenemos tan pocas cosas en común que a veces parecemos una pandilla de hembras humanas que va en manada sin más. Bueno, sin más no, porque gracias a ellas he vivido cosas increíbles. Y eso que la mayoría son unas hijas de perra de impresión. Las mejores e irremplazables hijas de perra de mi vida, capaces de hacer que me carcajee mientras participan en un “divertido” juego que titulan: “vamos a meternos con el bolso de Elisabet”. Y esa es otra… Años. Décadas. Y aún no he conseguido que casi ninguna me llame por mi nombre. Tengo tantos apodos que voy a empezar a desarrollar trastornos de personalidad: Elija, Beta, Gata, Tetas de… bueno, eso mejor me lo callo. ¿Bonito, eh? Pues las adoro. LAS ADORO.
En las últimas dos semanas la vida me ha cambiado bastante. La decisión de dejar la oficina e instalarme en el despacho de mi casa para intentar convertir lo que más me gusta en un oficio, ha desbaratado todas mis rutinas y me ha dejado mucho más tiempo para pensar. Soy una de esas coquetas bastante reflexivas. Confieso que a veces me asomo demasiado hacia dentro y vuelvo aturullada de tanta idea peregrina y de tanta sensación.
El otro día, después de muchas intentonas, algunas de mis amigas y yo conseguimos cerrar una fecha para ir a ver a una de nosotras que lleva ya mucho tiempo viviendo fuera. Verme con los billetes de avión en la mano, planeando tres días con ellas, también me ha dado que pensar. Pensar, recordar y sentir. Y desde entonces mi cabeza se ha convertido en una pantalla en la que, como en una película Super8, aparecen ideas, flashes. Cosas que hablan de mí, de mis treinta años, de cosas que quiero que no se me olviden, que quisiera compartir y que son… yo. Ya habéis leído en más de una ocasión alguna conversación entre la Elísabet de treinta y la de quince, pero en esta ocasión, no sé si hablo con mi yo de ahora o con el del futuro. Y entonces me he encontrado este magnífico artículo de Sierra Vandervort en el Huffington Post que me ha inspirado.
Dejadme ser súper moñas en este post. Algún día intentaré recompensaros por ello. Pero necesito decirme que…
1. Amig@s no son los que te dan una palmadita en la espalda cuando las cosas van mal. Son los que, además de hacerlo, exigen que tengas voluntad de mejorar y se alegran de corazón cuando las cosas realmente funcionan.
2. La talla solo es un número en una etiqueta. No habla de ti.
3. Tu madre puede llegar a ser muy pesada, pero nunca nadie te querrá más que ella. Escucha sus consejos, por muy anticuados que te parezcan.
4. Los hombres problemáticos mejor en las páginas de una novela. Los malos en su casa; los buenos en tu vida.
5. Nunca es perder el tiempo si es sano y a ti te hace sentir mejor.
6. Quedarse afónica de tanto cantar y reírse es una de las mejores cosas de la vida.
7. El paracetamol es tu amigo.
8. El tequila a veces lo es y otras no.
9. Caerte vestida en una piscina no es tan grave. Puedes reírte. Reírte de ti misma es una de las mejores cosas que puedes hacer en la vida.
10. La sensación de triunfo por subir una cremallera a veces es menos satisfactorio que pedir comida china con tu mejor amiga.
11. Llorar porque echas de menos a alguien no es malo, pero es mucho mejor llamar y decírselo.
12. Nadie tiene por qué saber por osmosis cuán importante es para ti. No seas rácana con las palabras y díselo.
13. Que te llevaras mal con alguien a los dieciséis no lo convierte en mala persona. Si tienes oportunidad… charla con él/ella ahora. Te sorprenderás.
14. Nunca subestimes el poder catártico de pasear en descapotable con la música a toda pastilla. Hay que hacerlo alguna vez en la vida. Y canta. Y no te preocupes por el pelo. Vas a bajar pareciendo Chewaka, pero no importa.
15. Viajar es una de las cosas más bonitas de la vida.
16. Un buen libro puede ser un billete de primera para un lugar que siempre quisiste visitar.
17. Si tienes ganas de llorar: llora. Las lágrimas a veces se enquistan y cuesta sacárselas de dentro.
18. Una nota en la nevera con un “te quiero” puede hacer empezar el día con una sonrisa de verdad. Da igual lo ñoñ@ que te sientas haciéndolo. Hazlo.
19. Da las gracias. Es muy gratificante.
20. Sonríe a la gente con la que te cruces. Puede que piensen que eres una demente. O puede que les contagies.
21. Da igual cuántas veces veas El diario de Noa* (* sustituible por cualquier otra película) tienes derecho a llorar cuántas veces quieras.
22. Vuelve al MOMA. Y vuelve a llorar delante de aquel Pollock. Eres un poco moñas, pero se te perdona.
23. Ahorra para ese capricho caro con el que siempre has soñado. No importa cuánto tiempo tardes en conseguirlo. Es un regalo que te mereces.
24. “No me pasa nada” no es manera de contestar si estás enfadada.
25. Pero respira hondo antes de contestar.
26. Que te importe un pimiento lo que opinen los vecinos: canta a pleno pulmón “Si tú eres mi hombre y yo tu mujer” en la ducha.
27. Cocina una receta de mamá escuchando música italiana de los años 50. Ella seguirá estando a 350 kilómetros, pero de pronto la sentirás más cerca.
28. Colecciona películas. Y libros. Y discos.
29. Colecciona experiencias.
30. Intenta ser honesta contigo misma hasta cuando te repatee. Si ves que te molesta más de lo habitual… es más necesario que nunca que lo intentes.
31. La palabra pene es divertida. No hay razón para que no puedas decirla y reírte.
32. Que negro tiene que ser un corazón al que no hayan engañado nunca.
33. Papá dice cosas muy sabias. Si el café se enfría, no importa. Dile que te vuelva a contar esa historia suya de la mili.
34. De cobardes nunca se ha escrito nada.
35. Si te gusta, te gusta. Da igual que sea reggeaton, un vestido a flores o Sálvame. Placeres culpables los tenemos todos.
36. Creo que deberías haberle hecho caso a mamá y ponerte siempre sujetador. Ella tiene mejor escote.
37. Bañera hasta arriba. Copa de vino. Pitillo. Tú. Esa vela de Zara Home que huele a Green Herbs. Y ya está.
38. Sushi. SIEMPRE. Da igual cuando o por qué.
39. Casarse en Las Vegas es demasiado divertido como para hacerlo una sola vez en la vida.
40. Puedes querer más a tus gatos que a algunas personas. No pasa nada.
41. No dejes que María vuelva a llevarte a ninguna discoteca. O sí. En el fondo es divertido.
42. Gastarse dinero en un billete de avión para ir a ver a una amiga no duele. Inviertes en felicidad.
43. Puede que no estés buena que te rompas, pero cuando te entre el bajón recuerda la cara de Mr. Coqueto cuando te pones el trikini negro.
44. Nunca se tienen suficientes pintalabios. Da igual lo que opinen tu madre y tu marido. Y sí, pueden haber quince tonos diferentes de rojo. Tus ojos de elfo los distinguen.
45. EL SEÑOR DE LOS ANILLOS FOREVER.
46. El flequillo no te queda bien, Beta. No vuelvas a intentarlo. Ya van seis veces.
47. Cuídate por salud. Preocúpate de estar sana. Lo demás, va y viene.
48. Una película de miedo de vez en cuando, un cubata y un bol de palomitas. Abrazarte a un amigo y gritar como una ridícula. Mejor que cualquier ansiolítico.
49. Compra flores para tener en casa si tienes capricho.
50. Deja de fumar de una puta vez, viciosa de mierda.
51. Diles a tus amigas lo orgullosa que estás de ellas. No te oyen cuando presumes de sus logros delante de otra gente.
52. No, tus padres no son perfectos, pero siempre serán SÚPER MAMÁ y SÚPER PAPÁ.
53. Y no, papá ya no puede llevarte a brazos. Mides bastante más que él, por no mencionar nada del peso.
54. ¿Un piercing? ¿Por qué no?
55. Milo no quiere que te tatúes un flamenco rosa en el culo. Recuérdalo para próximos engorilamientos.
56. Milo no sabe que existes. Y no, no estáis hechos el uno para el otro. Pero puedes imaginártelo desnudo. Es normal.
57. Los columpios siguen siendo divertidos aunque no te quepa el culo y termines con moratones en las cartucheras. Vale la pena.
58. Tiritas siempre en el bolso. SIEMPRE.
59. Tampax siempre en el bolso. SIEMPRE.
60. A veces un imbécil merece que se lo llames. Otras… ni siquiera eso.
61. Le encantas en pijama. Sobre todo ese jersey manchado de tinte y dado de sí que te pones con las botitas de ir por casa. Eso debería decirte algo.
62. Si tú te sientes sexi: LO ERES.
63. Apunta las recetas de cocina de mamá. Siempre se te olvida cuánta puñetera harina admite la masa.
64. Si alguien vuelve a decirte que espera que su hija no lea tus libros… ríete. Debe ser que hay gente que se reproduce por esporas.