This girl is on fire

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

This girl is on fire

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¿Escuchas reggeaton y te pones perraca? ¿Has olvidado la braga de cuello vuelto y te paseas por casa con encajes y muselinas casi invisibles? ¿Te da la sensación de que han soltado a un montón de tíos buenos por las calles que antes debían vivir en cautividad? ¿Se te ha escapado en voz alta alguna vez “pedazo cuerpo” al pasar junto a un policía? Si la respuesta a alguna de estas preguntas (o a todas) es afirmativa, no te asustes… tienes mucha vida.

Siempre he tenido la impresión de que por “a” o por “be” los hombres y las mujeres solemos ir a ritmos diferentes en la vida. De pequeños ellos piensan que las chicas dan asco y nosotras ya tenemos un par de novios, aunque ellos no sepan que lo son. En la universidad nosotras pensamos en amor y ellos en sexo. Y cuando llegamos a la treintena… cambian las tornas y somos nosotras las que tenemos ganas de fuegote puro mambo. Está claro que no se puede generalizar y que no será igual para todo el mundo, pero vengo viendo desde hace un tiempo que los treinta son algo así como el despertar sexual para muchas. Eso o estoy desesperada por buscar excusas que disculpen mi acoso a través de redes sociales a ciertos personajes famosos (véase las tres veces que le he pedido matrimonio a Milo Ventimiglia o cuando el pasado viernes pedí encarecidamente – a él, a Andrés Velencoso y a Harry Styles, para mi total vergüenza – que viniera a salvarme de un ascensor que no abría sus puertas)

¿Cuándo decís que vienen los GEOS a por mí?
¿Cuándo decís que vienen los GEOS a por mí?

El caso es que hablándolo con mis amigas, he llegado a la conclusión de que, mientras el despertar sexual de los hombres se da en la década de la veintena, nosotras vamos un poco a rebufo y no es hasta los treinta que no nos ponemos como la fragua de vulcano. Y aclaro… no busquéis explicaciones científicas en este post… ya sabéis que la seriedad y mis coquetadas no tienen una relación demasiado fluida. Pero juro que hay estudios (de los serios, no como las conclusiones que saco yo estando en pijama en casa) que confirman que la madurez sexual femenina, entendida como alcanzar una vida sexual feliz y completa, se da a partir de los treinta y cinco. Vale. Pene. Me quedan cuatro años para practicar. Ya se sabe… la práctica lleva a la perfección.

Dicho esto, por supuesto no voy a dejaros sin un listado de pruebas irrefutables (totalmente absurdas y de cosecha propia) que “respaldan” la hipótesis de que si estamos más sueltas que gabete (gracias reggeaton por esta expresión que enriquece nuestros léxicos) no es culpa de nuestras pérfidas y calentorras mentes, sino de un proceso hormonal que no podemos controlar. O algo así.

Conocimiento profundo del mundo del porno

¿Te asombrabas cuando, a los veinte, ellos sabían recitar el nombre de sus actrices porno preferidas? Bueno, quizá nunca lleguemos a imitar la retentiva masculina para memorizar tantos nombres de guerra, pero ya empezamos a saber lo que queremos. También en el porno. Empiezas jugueteando, consultando, curioseando y terminas en una discusión totalmente civilizada y seria, con tus amigas, defendiendo que Manuel Ferrara es mucho más guapo que James Deen, pero que este último es más sexy. Real. El tema de enamorarse platónicamente de un actor porno es grave, lo sé, pero no por eso es menos real. Casi todas mis amigas suspiran cuando escuchan el nombre de James Deen que, además de haber probado en el cine convencional, tiene su propia productora de cine X. Y es que, según una de mis amigas, cuyo nombre no voy a desvelar: “James Deen conquista por su versatilidad: igual escupe y llama puta que folla con cara de alcanzar un éxtasis teresiano.” No lo digo yo, que conste. Aunque estoy de acuerdo.

Manuel Ferrara, por su parte, conquista por ser un “fofisano” que posee el martillo de Thor, pero esa es otra cuestión.

La cosa es que, aceptémoslo: hay porno para todos los gustos y nosotras empezamos a saber el que nos va.

"¿Me llamabáis?"
«¿Me llamabáis?»

Abre tu mente y descubrirás…

Creo que ya lo he contado en alguna ocasión, pero una vez, en un botellón, escuché a una señorita hecha y derecha decir que el sexo oral era de putas. Así, tal cual. Unas amigas y yo nos santiguamos, del miedo que nos dio esa afirmación. Creímos que la chica en cuestión estaba endemoniada. ¿Cómo que de putas? Como escribía Goya en una de sus litografías… “El sueño de la razón produce monstruos”. Vamos… que estás loca del coñer si consideras que una técnica sexual te va a poner el cartel de zorra en la espalda. Nada puede ponértelo. El término puta viene siempre ligado a un intercambio económico. Joder, que me lío y me pongo a filosofar. Lo que quiero decir es que, a veces, no haber probado algo hace que se coloque automáticamente en la lista de “no, ni de coña”. Con la edad vas abriendo tu mente y lo que antes te parecía impensable, ahora es un must. Lo único importante aquí es que hagas lo que te apetezca, sin ceder a presiones de nadie. Si lo pruebas y no te gusta, adiós muy buenas. En resumen: con la edad abrimos nuestra mente a nuevas experiencias. Si te apetece probar cosas nuevas… escucha a tus sabias hormonas.

Hola, me gustan los yogurines

Venga, confiésalo: has mirado con ojos libidinosos a alguno de los One Direction y lo sabes. Y no pasa nada, chata, que son todos mayores de edad (ya me he preocupado yo por averiguarlo). Y si no son los 1D no pasa nada. Mírame a la cara y dime que nunca has pensado: “qué bomboncito” de un tío con edad de estar sacándose el carnet de conducir. Eso no quita que te sigan poniendo los tíos como un armario o los maduritos de sienes canosas. Ni que tengas una mente calentorra (que puede ser también, pero no es nada malo). Es, siguiendo mi hipótesis pseudo-ciéntifica-chorra, que ahora que estás alcanzando tu madurez sexual, te ponen cachorra los tíos con la potencia necesaria para satisfacerla. A los veinte puede que no aguanten mucho, pero tienen muchííííísima energía. Sólo hay que ver a Harry Styles en un escenario… bueno, nada, que me lío. Yogurines, sí gracias.

No os preocupéis, chicas, que tengo para todas...
No os preocupéis, chicas, que tengo para todas…

Dame más gasolina

Antes te comías una onza de chocolate y decías: “qué bien, qué gustiviri se queda una”. Ahora te quieres comer la tableta entera. Y… escúchame, shosho… que no hablo exactamente del chocolate. Hay cosas que no engordan que también apetecen más. No sé si será cuestión de un aumento en el riego sanguíneo de ciertas zonas o culpa de la cuenta de Instragram de Andrés Velencoso. Pero apetece más y no hay nada malo en ello. Es sano, te hace feliz, quema calorías y da gustito. ¿Dónde está el problema?

Si es que... no me digáis...
Si es que… no me digáis…

Amigos a pilas

En la despedida de soltera de una amiga mía, celebramos un tuppersex después de comer. Casi me sentó mal la tortilla de patata, lo juro. Y no porque sea una puritana que se asusta… es que aún recuerdo cómo temblaba la mesa cuando la encargada de ilustrarnos en el mundo del juguete erótico puso sobre la mesa a un tal “Nacho”.

Por aquel entonces nosotras teníamos veintipocos. Alguna ya tenía algún amigo a pilas escondido en el fondo de un cajón, pero casi todas nos inclinamos hacia los aceititos de masaje o cosas muy monas y pequeñitas que vibraban. ¿Sabéis quién compró cosas de las que metían miedo? Las que nos sacaban unos años. Ahora lo pienso y digo… míralas, qué listas. Y nosotras que si el aceite de chocolate olía muy bien… en fin. El amigo a pilas no falla, está siempre contigo y nunca dice que no le apetece. Si alguno aprende a dar masajes en la espalda e ir al Mercadona a comprar… que tiemble el futuro de la humanidad.

Así que… bienvenido seas, despertar sexual. Sea por el motivo que sea.

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