Últimamente he leído mucho sobre moda sostenible y sobre armario cápsula, conceptos que animan a reciclar, recomponer, customizar y sacar el máximo partido a las prendas que ya tenemos y a no echarse en brazos del consumismo brutal al que se nos empuja desde la publicidad. Es muy interesante, te hace consciente del malgasto que hacemos a diario con compras caprichosas y poco meditadas y abre todo un abanico de posibilidades para las prendas de segunda mano.
Sin embargo, aunque cada vez intento ser más consciente de la necesidad de controlar el “stock” que vive dentro de mi armario, soy de esas personas que defienden (con cabeza) la moda low cost, porque total… es moda, será pasajero y cuando esa prenda ya no se lleve, habrás amortizado su precio con total seguridad. Sin embargo, cuidado con esto, porque nos puede llevar al consumo por capricho, al consumo compulsivo y al derroche, por no hablar del peligro que corremos de convertirnos en seres uniformados por las grandes empresas de moda. Y no queremos perder nuestra personalidad y la oportunidad de expresarnos a través de las prendas que vestimos.
Decía un compañero de Mordor que “uno debe vestir como quiera que se le trate”, pero ese mito ha muerto para mí. Vístete como te sientas más tú, más cómodo, más capaz (respetando siempre unos mínimos, no podemos ir a trabajar en pijama ni a una boda – habitualmente – en bermudas).
Este invierno se avecina un aluvión de faldas de leopardo, estampado “pañuelo” o Converse de color blanco y no tiene nada de malo; cada cual, que se ponga lo que más le guste. Yo misma me muero por estrenar mi vestido camisero de animal print. Pero, ya que tantas tendencias llegan fuerte (pana, pantalones de campana, los zapatos blancos, las riñoneras, los pendientes enormes…), preparémonos para incorporar lo que queramos… con cabeza.
Así que, ahí van un par de consejos de cosecha propia para comprar bien, porque CADA PRENDA DE TU ARMARIO TIENE QUE CUMPLIR SU MISIÓN:
Medita la compra. No lo compres en cuanto lo veas.
No la compres si:
- No combina con nada de lo que ya tienes.
- Tiene todas las papeletas para quedarse colgando en el armario, con etiqueta y todo, hasta el fin de los tiempos.
- Tienes algo muy parecido (y no es tu prenda favorita). Primero, sácale partido a lo que ya tienes.
- Lo tienen dos de tus amigas y lo has visto en, al menos, tres cuentas de Instagram. Peligro, uniforme.
- No termina de encajar en tu cuerpo (te viene pequeño, grande, te hace bolsa en la parte baja de la espalda, te aprieta la cintura, no encaja en tu pecho…): no lo compres a expensas de que sea tu cuerpo el que cambie. Son las prendas las que deben amoldarse a ti, no al revés.
- Al pensar en cuántas ocasiones vas a tener para ponértelo, una es una boda real. Que te sirva, al menos, para tres tipos de situaciones. Por ejemplo, una americana con un estampado muy llamativo. ¿Puedes ponértela para ir a trabajar? ¿Combina bien con unos vaqueros y zapatillas para ir al cine un sábado? ¿Qué tal con ese vestido liso y soso, para el próximo evento familiar? Algo así. Hay que invertir en prendas versátiles.
Cómprala si:
- Hace tiempo que echasen falta en tu armario una prenda como esa. Por ejemplo: “Si tuviera una chaqueta de punto larga, me la pondría con estos pantalones/quedaría mejor esta falda con botines/cambiaría el rollo a este look que tanto me gusta.”
- Te sientes cómoda dentro de ella. No solo guapa, que conste, tienes que sentirte cómoda. Si sobre esos zapatos de tacón de aguja te sientes irresistible pero irresistiblemente terminarás clavando los dientes en un bordillo, mejor déjalo. No vale la pena.
- Es versátil, combina con otras prendas que ya tienes, es funcional, su calidad-precio está equilibrada, sientes que te representa.
- No es al 100% como tú esperabas (por ejemplo, buscabas un jersey negro de cuello vuelto, pero encuentras uno gris oscuro o uno negro sin cuello alto) pero puedes sacarle partido (y cumple al menos dos de los puntos anteriores).
Intenta que la jornada de compras sea lo más razonable posible.
- Márcate un presupuesto.
- Lleva anotadas (o fotos de) las prendas que necesitas y para qué.
- Pruébate las prendas. Si lo dejas para casa, es probable que luego te dé pereza ir a devolverlas.
- Si llevas tiempo sintiéndote hinchada, has cogido un par de kilos, los has perdido y no te encuentras, estás desanimada, has comido fabada, te va a bajar la regla, estás triste, muy feliz, el chico que te gusta te ha dejado en visto, acabas de echar el polvo de tu vida… no vayas. Las compras y las emociones extremas no se llevan bien. Dímelo a mí y a mi falda de lentejuelas que JAMÁS me he puesto.
- No vayas con prisa, pero márcate un tiempo. Deambular por las tiendas sin fin, desespera a cualquiera, sobre todo cuando buscas una prenda en concreto.
Trucos para sentirte más comoda durante el proceso.
Hay personas a las que les da una pereza brutal la experiencia de ir de tiendas, pero hay trucos para todos:
- Evita prendas con muchos botones, incómodas para poner y quitar o demasiado abrigadas. No lleves vestido y medias: son muy incómodas para probarte pantalones, por ejemplo.
- Arréglate un poco, pero no demasiado: que al mirarte en el espejo no te veas fatal pero tampoco como preparada para ir a la boda de Farruquito. Esa sensación puede contagiar a las prendas que te pruebes.
- Lleva un coletero, por si acaso.
- Tu bolso tiene que ser pequeño y práctico, que no estorbe.
Si aún así la tarde de compras ha sido un fracaso absoluto (a veces pasa) no compres por comprar, por no sentir que has perdido la tarde. Has visto, considerado y nada te ha encajado. No te agazapes en pensamientos del tipo: “si es que todo me queda fatal” porque son mierda para ti y lo malo de la mierda es que además de oler fatal, dentro se está calentita.
Si aún así te sientes algo decepcionada, hay dos cosas que puedes comprar y que, en el 99’999% de los casos te harán sentir bien: un libro y un pintalabios bonito.
Y, sobre todo, cuando mires escaparates, cuando veas a los maniquís, cuando acudas a las app de compra para consultar alguna prenda, no te compares y recuerda que hemos nacido para ser felices, no perfectas.