Todo está preparado. Mamá coqueta y yo hemos hablado para concretar que hoy será la llamada en la que pondremos en común nuestras opiniones sobre las consultas que habéis ido dejando en el buzón coqueto (vamos, enviando mensajes privados a mi página de Facebook). Así que allá voy, marco el teléfono de casa de mis padres y me sorprende que sea mi señor progenitor, un hombre que, a pesar de (o por) haber trabajado en Telefónica durante toda su vida, sufre cierta alergia hacia los teléfonos. Y cuál es mi sorpresa cuando me dice que mi madre, la mamá coqueta, no está.
– Hoy es miércoles. Se ha ido al mercado.
Día de mercado, sí. ¡¡Pero también día de post!! Y yo refunfuñando le mando besos, le pido que me llame en cuanto llegue y me pongo con otra cosa, convencida de que cuando me llame me contará que la Mari para aquí, que ha comprado unos tomates valencianos de doscientos kilos o que se ha encontrado con Chiquito de la Calzada. Yo ya me lo creo todo.
Y cuando llama me pregunta por mi culo. Esto podría sorprenderme si no fuera porque el sábado me caí por las escaleras de un restaurante al que no volveré en mucho, mucho tiempo. Y claro, tengo el culo como un Mandril. Bueno, no rojo y pelao, pero no lo apoyo en superficies planas más me vaya la vida en ello. Ahora mismo no queráis saber cómo estoy escribiendo esto. Con aire adolescente, tirada en el suelo boca abajo, pero preguntándome cómo voy a conseguir levantarme de aquí.
Vaya, con eso no contaba. Me preocuparé cuando termine de escribir. Siempre puedo llamar a los bomberos y que de paso me pillen por el camino un paquete de tabaco, que estoy lisiada pero de los vicios no me salvo. Y hablando de vicios, que si se encuentran a Velencoso, que me lo traigan también, que me tengo que poner la pomada.
A lo nuestro.
Cuando le hago las preguntas a mamá coqueta… se parte de risa. Le prometo llamarla después de redactar esta especie de entrevista, pero no sé si quiere escuchar sus respuestas de nuevo. Pero… ¿qué narices? La llamaré, porque su risa me hace mucha gracia.
Y allá vamos, coquetas. Estas son las preguntas seleccionadas esta semana (en las que mantendremos en el anonimato a l@s coquet@s que las realizan). Por cierto… los paréntesis son aclaraciones mías.
“Llevo doce años con mi novio y tenemos unas crisis INCREIBLES (con mayúsculas), tanto q hace dos años le engañé con mi novio de la adolescencia. Yo creo q mi novio me quiere como si fuera una parte de su familia y yo algunas veces pienso q también lo quiero así; pero la verdad es que estoy hecha un lio. Cuando mi «amante bandido» me pidió que dejara a mi novio por él… no me atreví. Preferí dejarlo a él aunque me hiciera más feliz…y yo me pregunto… ¿por qué coño sigo con él? Feliz, lo que es feliz… no soy, a veces me digo que es la costumbre y la comodidad de no cambiar mi vida. ¿¿¿¿Qué puedo hacer???? Esta es mi graaan pregunta para el consultorio.
Mamá coqueta responde: ¡Uy, uy, uy! ¡Ay, reina! Lo que tienes que hacer es escuchar a tu corazón (mamá coqueta modo Pocahontas), que está ahí escondido y a veces ni caso que le hacemos al pobre. Yo te recomendaría que te pararas a pensarlo bien, eso sí, pero con la corazón en la mano (y las braguitas, ya que estamos). Sopesa lo que da y lo que te resta cada uno de ellos y sobre todo ese novio tuyo. Porque la comodidad está muy bien, pero chica, que eres muy joven y el mar está lleno de peces (hay tiburones, pulpos, almejas…). Que el sofá es muy cómodo, pero a veces una dándose una vuelta con las amigas también se lo pasa muy bien. No sé si me explico. ¿Y has pensado dejarlos a los dos y ver cuál te hace más falta? De quién te acuerdas más… a quien añoras… (Mamá coqueta modo película romántica de los cincuenta) Una temporada sola no te hará mal.
Beta: Me extraña mucho, mamá, que no hayas sacado de paseo tu clásico “no deixes sendes velles per novelles”, que en castellano viene a decir que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. O algo así. El caso es que yo añadiré la visión menos romántica. Un fuego sin llama, no son más que ascuas. Y las ascuas queman pero a penas calientan y están destinadas a apagarse. Con eso no te quiero decir que dejes a tu novio y te pires con el primer coqueto que te haga ojitos. Pero piénsate muy bien cómo quieres que sea tu vida. Una vez decidido (y no vale decir que quieres casarte con Velencoso y vivir en una cala tailandesa entregada al ejercicio del amor, porque Velencoso es mío y lo sabe todo el mundo – menos mi marido y él, un detallito de nada – ) tienes que dar el paso y tomar esas decisiones que probablemente estás retrasando por miedo. Miedo a hacer daño, a equivocarte… pero quedarse quieto esperando que el tiempo arregle las cosas también es una equivocación. Ni huidas hacia delante (dejarlo, salir todas las noches, hacer de tu capa un sayo y ennoviarte en seguida porque te da cosilla estar sola) ni inmovilismo. Ser feliz a veces nos cuesta un mundo, coqueta, pero vale la pena. Solo toma la decisión que más feliz te haga a ti… a la larga. Como ya dijo Aurora, la madre de Víctor “conseguir lo que más queremos a veces pasa por tomar la única decisión que tememos”.
Como ya dijo Aurora en «Valeria al desnudo»: «conseguir lo que más queremos a veces pasa por tomar la única decisión a la que tememos»
¿Por qué los hombres tienen miedo a decir «me encantas»?
Mamá coqueta: Porque son unos pánfilos que tienen miedo a que nos lo creamos a pies juntillas y les persigamos vestidas de novia. Siempre dejan una carta a su favor; ellos se hacen así los descomidos y esperan a que nosotras nos volvamos locas de impaciencia y… ¿para qué? Para pasar el resto de su vida dependiendo de nosotras, porque… seamos sinceras, nosotras hacemos las cosas muchísimo mejor. Ellos tiran la piedra y esconden la mano, así son. Pero con todo, no te vayas a pensar.
Beta: Mamá… esta pregunta la hace un chico.
Mamá coqueta: ¡Pues que se lo pregunte a sí mismo! Cómo son de orgullosos, por el amor de dios… ¿Ves? Nos necesitan para todo.
¿Cómo ser una buena coqueta y no morir en el intento?
Mamá coqueta: Que conteste mi hija. Yo creo que aún no sé ponerme ni el rímel.
Beta: no, no sabes. El caso es que no sé si hay algún truco para ser una coqueta de pro. Una vez, con un par de copitas de vino (eufemismo cuya aclaración no le leeré a mi madre) le dije a mi amiga Alba y a mi amiga Tone una frase que se ha quedado clavada en su memoria y que repiten cada día para mi tremenda vergüenza: “La coqueta nace, se lleva en la vena. Y no puede parar”. Pues es un poco así. Supongo que una tiene que tener claras cosas como “cuidado con el estampado de leopardo”, “menos es más” o “llena tu bolso como McGuiver porque sabes muy bien que si un tigre escapa del zoo con un montón de monos lanzadores de heces cabalgando encima… a la que te pillarán será a ti”. Al final, de tanto caerse por las escaleras y fingir que no ha pasado nada, de tanto bizarrismo empedernido y de tanto gintonic nos convertimos en una sub-raza, waterproof, que sobrevive a todo tipo de situaciones y que aunque vaya al monte con bailarinas estampadas de pelo de poni, recorre la montaña como la que más (por orgullo y sufriendo por el estado del pelo de poni, no por otra cosa) y que si se le rompe la liga y se encuentra en una boda con la media en el tobillo… sabrá capear el temporal con un poco de cinta americana. En resumen: maletín de la señorita Pepis en el bolso.
Hola Coqueta. En plena adolescencia vivía pegada a la televisión derritiéndome por los chicos de las series, hasta ahí normal. Una vez alcanzada la «madurez», siendo una mujer hecha y derecha, casada y hasta madre, me viene la siguiente duda: cuando veía Verano Azul, el que me gustaba era Javi, en Sensación de vivir, Dylan, en Urgencias, el Dr.Ross (George Clooney)………¿por qué no me tiraba lo fácil, lo estable, lo menos arriesgado? ¿Por qué no Pancho, Brandon Whalls o el médico de gafas (el que parecía más de decir TE QUIERO)? Reflexionando ahora en ello, creo que ya nos tiramos a las escopetas nosotras mismas desde bien jovencitas…….No creéis, Suprema Coqueta y Beta, qué mis gustos eran un presagio del tipo de hombre que me iba a gustar? Vamos, que lo que iba a llorar ya se veía venir, no?
Mamá coqueta: ¿Suprema coqueta soy yo?
Beta: Creo que sí.
Mamá coqueta: Me gusta. Igual pido que a partir de ahora me llaméis así. A ver… No es que nos guste llorar. Es que te gustaba el más guapo porque eras una adolecente y en esa edad es lo que llama la atención. Nos va la marcha, vamos. Nos lo ponen complicado y mira que somos cabezonas. Nos miran con ojitos golosones y…
Beta: no creo que sea cuestión de edad. ¿O a ti ahora te gusta ver a Cantizano por lo bien que habla?
Mamá coqueta: ¡Pues claro que habla bien! (Nota mental: nunca meterme con Cantizano delante de mi madre) Pero oye, no me líes. Al final te enamoras de otra cosa. ¡Y yo ya llevo 38 años casada y…”
Bla bla bla bla bla. Esto os lo ahorro.
Beta: A ver, estimada coqueta. Yo aquí tengo una teoría. Una hipótesis de las mías, absurda, probablemente. Todas las mujeres estamos genéticamente programadas para querer cambiar a un hombre. Un hombre como Víctor, de En los zapatos de Valeria. Guapo, emocionalmente inaccesible, que no se plantea una relación y que si lo hace es para tener más a mano a esa chica a la que le gusta tirarse; relaciones de dos o tres meses, no os engañéis. Es así. Y nosotras llegamos, pánfilas como osos amorosos con arcoíris en las entrañas, pensando que son unos incomprendidos que lo que buscan es enamorarse de verdad. Y lo que son es unos empotradores, que es lo que nos mola. Se enamoran, sí, eso es verdad. Hasta al más cabrón le llega su momento y con un poco de suerte lo pilla una tía que se venga por nosotras y por todo el cosmos, haciendo de él un perrito faldero sin dignidad. Pero la triste verdad es que nos gusta el peligro, el rompeenaguas, el que sabes que te romperá las bragas y después se las llevará como trofeo. De ahí que las madres digan siempre que hay que llevar la muda limpia… ¿no?
Mejor esto no se lo digo a Mamá Coqueta.
Y aquí acaba el consultorio de mamá coqueta. Ya la invitaré a una horchata de vuestra parte! (Y le meteré un chorrito de orujo, a ver qué pasa)