[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»2193″ alignment=»center» css=».vc_custom_1482320636116{margin-bottom: 50px !important;}»][vc_column_text css=».vc_custom_1482320957920{margin-bottom: 60px !important;}»]Queridos reyes magos,
He estado pensando mucho sobre qué pediros este año. Tanto me lo he pensado que mirad las fechas… y la casa sin fregar. Bueno, la casa la tengo fregada. No me preguntéis si tengo la plancha al día, que ese es otro tema.
La cuestión es que por una parte hay muchas cosas que sé que debería pedir… cosas como la paz en el mundo y que nadie vuelva a preguntarle a una Miss por Confucio.
https://youtu.be/P0vgaJRaPn4
También hay cosas que soy consciente que no debería pedir para mí porque, a pesar de que vosotros sois seres mágicos y está visto y se sabe que tenéis poderes, se trata de cuestiones en las que debería mediar mi fuerza de voluntad y no vuestra magia. Perder una talla. O dos. Levantarme siendo como una modelo de Victoria’s Secret, pero sin tener tanta hambre. Pobres. Pero qué buenas están. Así que esa parte también la deseché.
Hice otra lista, después de mucho pensar, pero creo que debí tomar mucho café ese día porque soy consciente de que tampoco podéis dejarme bajo el árbol ni a Milo Ventimiglia sin bigote (si es con bigote no iba a hacerle ascos, ojo) ni a Andrés Velencoso con ganas de darme un masaje ni a Michiel Huisman como él quisiera venir, que tampoco me voy a poner exquisita. Además, seamos realistas, es posible que a Mr Coqueto esto no le hiciera especial gracia… llamadme suspicaz.
Pero… ¿esta carta de los reyes magos es legal?
Como veis dedico las horas en las que debería estar durmiendo a pensar en cosas muy prácticas y lógicas.
Al final tomé una decisión como persona adulta que debería ser: como mi lista de propósitos para 2017 parecía más bien un compendio de deseos difícilmente alcanzables… os la dejo a vosotros. Perdonad que os tutee, pero después de todas las veces que os pedí la casa de Polly Pocket sin respuesta, ya hay confianza.
Así que… aquí va. Esta es mi carta de deseos. Este año quiero delegar en vosotros los objetivos que debería asumir yo. Con un poco de suerte, entre vuestra magia y mi constancia algo podremos hacer. Sed compasivos.
1. Quiero dejar de tener miedo.
Si algo he aprendido en estos últimos años es que los sueños cumplidos traen consigo miedos que ni siquiera sabía que tenías. Mi padre suele decir que ese temor es, en realidad, responsabilidad. Pero no quiero que los ataques de responsabilidad me roben horas de sueño, ni la sonrisa, ni que me dificulten disfrutar de lo que tengo. El miedo es uno de esos monstruos que viven dentro del armario y que nos retienen para que no salgamos de la zona de confort (odio este término, pero es el más gráfico). Porque me da miedo volar, pero quiero seguir viajando, viendo mundo. Porque me da miedo decepcionar, pero si no me arriesgo a hacer cosas nuevas, me repetiré y no creceré. Porque me da pánico perder a mi gente, pero si no comparto mis rarezas y mis dudas, nunca me conocerán de verdad. Porque me da miedo que mis gatos me coman por la noche, pero ellos no deben ver el miedo en mis ojos o, definitivamente, lo harán.
2. Quiero querer bonito, incluyéndome a mí.
Querer con la fuerza de los mares no sirve si no se quiere bien. ¿De qué sirve el drama y la intensidad si nunca hay lugar para la calma? No quiero tormentas emocionales que me dejen exhausta, quiero querer en paz, bien y bonito. Porque las grandes historias de amor, en la vida real, son mejor si nadie nos hace sufrir. Quiero decir te quiero, aunque se sobreentienda. Quiero compartir con mi gente todas esas cosas suyas que me hacen feliz. Quiero que nunca me falten palabras bonitas para los míos. Y para mí, porque hablarse mal a una misma, exigirse hasta la inconsciencia, robarse horas de sueño con reproches… no es constructivo. Así que, quiero querer mucho pero, sobre todo, bien.
3. Quiero seguir emocionándome.
Y me da igual si alguien se ríe de mí en un concierto porque se me han saltado las lágrimas (guiris que me mirabais mal porque me eché a llorar con James Bay en directo, os maldigo). Porque pasar miedo, nervios, soltar alguna lágrima y reírme a carcajadas en un libro es genial. Porque sorprenderse de las respuestas de mi sobrino es especial. Porque que me tiemble algo dentro cuando Mr Coqueto me abraza muy fuerte los cinco minutos antes de salir de la cama es nuestro. Porque salir del cine con los ojos como huevos hervidos de tanto llorar puede ser un bálsamo. Porque moquear hasta el agotamiento mientras escribo, me hace latir. Porque siempre he sido así y no quiero que la vida endurezca esa parte de mí y me insensibilice.
4. Quiero encontrar tiempo para cosas que me hacen feliz.
Para la clase de yoga, que me hace sentarme a trabajar con paz (y desarrolla una flexibilidad muy práctica para la vida diaria, oiga). Para llamar a mis amigas y echarme unas risas con las cosas más absurdas. Para una copa de vino y un baño, mientras suena esa canción que me obsesiona. Para leer… para leer muchos libros y aprender algo de cada uno de ellos. Para viajar. Para doblar la colada mientras suena un vinilo y Mr Coqueto tararea sacando los platos del lavavajillas. Para jugar con mis gatos y darles mimos que los hagan ronronear como un motor. Para esos diez minutos, antes de acostarme, para desmaquillarme con mimo mientras escucho música tranquila. Para disfrutar con lo que hago, porque lo hago mejor. ¿Por qué solemos olvidarnos de los pequeños placeres y nos entregamos tan a pecho descubierto al reloj? Quiero saber robar minutos a cosas feas para vivir, leches. Que no hay sesión de calentamiento para la vida… no hay posibilidad de réplica. Es una. Y es la que es.
Un sillón aquí y una semana de vacaciones, gracias.
5. Quiero que las carcajadas compensen las lágrimas.
Difícil, lo sé. Y se lo robo a una coqueta de la familia de Instagram que lo compartió conmigo esta semana. Es complicado pero es posible. Llorar, lloraremos, pero que la intensidad con la que vivamos las cosas buenas compense los dramas. A veces no somos conscientes de lo felices que somos, no lo alimentamos y nos acurrucamos con miedo, por si en el futuro todo cambia. Si tengo que llorar, bien, lo asumo. Pero cuando me ría, quiero hacerlo a pleno pulmón. Nunca me gustaron las cosas a medias.
6. Quiero que emitan This is us en España.
Llevaba mucho rato siendo intensa y necesito un descanso. Y la serie vale la pena. Y Milo también. PENE.
En esto me secundas y lo sabes
7. Quiero ser capaz de tener el armario ordenado.
De pequeña tenía mi habitación como los chorros del oro. El armario siempre organizado. Los cajones impecables. ¿Qué me ha pasado? Tengo la sospecha de que el kraken vive entre los jerseys amontonados. Nunca encuentro lo que busco. Y me ansío. Y ME ANSÍO. Y luego voy al despacho vestida como un espantapájaros y… no. Voy a tener que volver a leer ‘La magia del orden’ con más atención. El orden físico es simbólico. Lo que quiero es que mi casa siempre esté lo suficientemente limpia y organizada como para ser sana y desordenada en lo justo para ser feliz.
8. Quiero ser capaz de tener la cabeza ordenada.
Esencial. Como en mi armario, entre los pensamientos caóticos también vive el kraken. Y me asfixia por las noches cuando intento sacar cosas en claro. Y me altera las prioridades. Se me olvida lo importante en pro de lo urgente. Cuando quiero darme cuenta, dormir ha dejado de ser tan necesario como un mail. Y la opinión de algunos importa más de lo que debería. Y la mía se ha perdido. Y no soy yo… soy un cúmulo de tareas pendientes, exigencias externas, presiones y obligaciones entre las que no me reconozco. Ordenar. Priorizar. Ser diligente. Y justa. El orden es necesario para querer bien porque el tiempo es un bien finito que nunca sabemos en cuánta cantidad poseemos.
9. Quiero respetar mi cuerpo.
Dejar de fumar. Beber menos café, más té. Salir a respirar profundo y andar cuando las paredes se estrechen. No estresarme. Aprender a hacer esa postura de yoga que me hará sentir tan orgullosa. No comer cosas que no me alimentan. Ahorrarle a mi cerebelo las resacas y que las nochecitas alegres no traigan consigo mañanitas tristes. Dormir lo que debo. Estirarme. Mimarme, porque este cuerpo me tiene que acompañar toda la vida. No castigarle (demasiado) con fajas o tacones de vértigo. Tener siempre diez minutos para cuidar mi piel. Y dibujar sobre él todo lo que me parezca importante, aunque a los demás no les guste.
Si después de leer esto, estimados Reyes Magos, lo veis chungo, siempre os quedará traerme un bolso bonito. O unos zapatos. También me gustan los perfumes. O Milo. Y Harry. Y Andrés. Y Michiel. Y Javier. Y Jamie. Y Matt. Y Aidan.
Y… Lo dicho, que tenéis de dónde elegir. Barata igual no salgo pero… ¿y lo bien que me voy a portar?
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