Llevadme a Cuba, por piedad

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Llevadme a Cuba, por piedad

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Madrid. Agosto. El aire acondicionado está protegiéndome de las temperaturas del exterior mientras veo que, más allá del cristal de la ventana, cualquier forma de vida se las ve y se las desea para poder respirar. Acabo de ver a un gato abanicarse con la pata. El otro me ha pedido un gintonic. Creo que tengo que subir el aire unos grados.

Lo que daría por estar tendida en una hamaca, disfrutando de una playa espectacular como… como en CUBA. FUCK. Recuerdos despertando en 3, 2, 1…

 En 2014, Mr Coqueto y yo nos escapamos a hacer uno de esos viajes de los que me acuerdo mucho (y muy fuertemente) y más en días como hoy, cuando las vacaciones se me antojan una cosa tan lejana y de ciencia ficción que quiero vomitar gatitos disfrazados de caracol. Después de cinco días en Nueva York, volamos a Cuba para enamorarnos para siempre. ¿Te apetece? Pues te acompaño.

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LA HABANA

Como se trataba de la segunda parte de un viaje, tuvimos que repartir los días con poco margen. Nos hubiera gustado poder quedarnos un día más en La Habana, que fue nuestra primera parada, pero nos dejamos llevar por la promesa de descansar en las increíbles playas de Varadero un día más (PLAYA… VEN A MÍ, POR FAVOR). Sin embargo, con un poquito de organización pudimos ver muchísimas cosas de la capital en poco tiempo.

Nosotros nos hospedamos en el Hotel Saratoga. Tiene una ubicación inmejorable (nuestra habitación tenía vistas al Capitolio, que se encontraba justo enfrente), muy cerca de un montón de cosas que ver. Es un hotel antiguo, muy señorial pero con todas las comodidades de uno nuevo. Recuerdo los desayunos especialmente buenos. ¿Lo he soñado o hacían gofres? Uhm…

[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vcex_teaser style=»two» heading=»Calle Obispo» image=»1868″ css=».vc_custom_1471021340159{margin-top: 40px !important;}»]

De buena mañana esta calle ya estaba llena de gente que iba y venía (la mayoría turistas, he de decir). Fachadas de colores, tiendecitas, una farmacia increíblemente bonita, música en cada rincón… es fácil dejarse llevar por el ambiente y terminar pidiendo un mojito en La bodeguita del medio, un sitio súper mítico pero que, personalmente, me pareció demasiado enfocado al turismo. Nosotros nos perdimos por las calles de alrededor, saliendo de lo que es el circuito turístico habitual y encontramos una cafetería con jardín interior donde nos atendieron con bastante desdén pero que nos encantó porque era preciosa y… fresquita.

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Capitolio (y alrededores): cuando nosotros fuimos, el Capitolio, el Teatro Nacional y varios edificios emblemáticos de la ciudad, se encontraban en obras. Nos comentó un colega que nació allí que él siempre lo había recordado así. Fue una lástima porque nos hubiera encantado entrar a ver el Teatro por dentro, pero no se permitía la entrada. Con lo manazas que soy, casi lo agradezco. Ya me imagino derribando andamios sin querer.

[/vcex_teaser][vcex_teaser style=»two» heading=»Plaza de la Revolución» image=»1871″]

Lo de esta plaza es una cosa muy loca. Llegas allí, te colocas en el centro y te sientes abrumada porque todo es tan grande que pareces minúsculo. Como está un poco lejos del centro, nosotros pedimos en el hotel un taxi que, por un precio cerrado, nos acompañó toda la tarde a varios puntos de la ciudad. Esta fue la primera parada. El conductor, un hombre súper amable, nos dijo que en este espacio se habían llegado a juntar cuatro millones de personas para escuchar un discurso de Fidel Castro. No sé si fue una exageración, porque no he conseguido contrastar la información en ningún sitio (en el salón de mi segundo piso en Madrid, de 32 metros cuadrados construidos – toda la casa, no el salón – celebré una cena con trece personas una vez. Así que… bueno, aquello es muy grande. Supongo que bien organizados…)

[/vcex_teaser][vcex_teaser style=»two» heading=»Campus universitario»]

Los edificios de las universidades son impresionantes y la zona es muy bonita. Dan ganas de perderse por allí solo, a pasear con calma, pero nosotros no tuvimos tiempo. Es lo típico en lo que no sueles caer en visitar. A nosotros nos llevó el taxista porque, hablando, hablando, salió en una conversación y nos pillaba de paso.

[/vcex_teaser][vcex_teaser style=»two» heading=»Hotel Nacional» image=»1872″]

Barajamos la posibilidad de hospedarnos aquí, pero finalmente no pudimos. Es un hotel antiguo, señorial pero precioso con vistas al Malecón. Nosotros nos acercamos a tomar una copa en sus jardines (todo el mundo pide un mojito pero como soy un poquito desgraciada y no puedo tomar ron, nosotros pedimos unos refrescos “Tu Cola”. Me encanta el nombre.)

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Me encantó. El paseo marítimo se llena, a última hora de la tarde, de un montón de gente joven charlando, ligando, bailando, corriendo, cantando. Todo el mundo se sienta o se acuesta en el muro y ve atardecer mientras se habla de lo mundano y lo divino. Muero de amor.

[/vcex_teaser][vcex_teaser style=»two» heading=»Jazz fusión» image=»1874″]Después de cenar uno de los días, acudimos al que dicen que es el mejor local de Jazz fusión del mundo. Uno de los recuerdos más increíbles que tengo de todos los viajes que he hecho: La zorra y el cuervo

El local estaba casi vacío (Mr Coqueto y yo y otra mesa con una pareja) y solo servían mojitos (pero también los preparan sin alcohol, algo es algo para aquí la triste intolerante al ron) pero fue alucinante. Una chica jovencísima cantó un sentidísimo Lágrimas Negras que casi me hizo entrar en éxtasis.

[/vcex_teaser][vcex_teaser style=»two» heading=»Paladares» image=»1875″]

Los paladares no son restaurantes al uso. Desde su aparición, en los años noventa, hasta 2011, tenían que acatar muchas restricciones impuestas por el gobierno (no podían dar de comer a más de doce comensales al mismo tiempo, sólo podía trabajar en ellos familia directa de la persona a la que se le había concedido la licencia…) pero de unos años a esta parte, estas medidas han sido revisadas. Nosotros estuvimos en dos, ambos, por recomendación del hotel. El primero, al que fuimos a comer fue “Iván Chef Justo” , cerca de la catedral, si no recuerdo mal. Comimos increíblemente bien, la atención fue espectacular y el precio… bueno, normal. Lo único es que nos tocó una mesa al lado con una familia ruidosa y maleducada a más no poder que nos dio la comida.

Por la noche, después de pasear por el Malecón, fuimos a Café Laurent, que tiene una pequeña terraza y donde se cena de maravilla y son súper amables. El precio una pasada. Yo me puse de langosta hasta las cejas y creo que al cambio nos costó unos cuarenta euros, incluyendo las bebidas, postre y café.

Ya tengo hambre… voy a dejar de hacer estos post.

[/vcex_teaser][/vc_column][/vc_row][vc_row css=».vc_custom_1471078106159{padding-top: 40px !important;padding-right: 50px !important;padding-bottom: 30px !important;padding-left: 50px !important;background-color: #1a77ad !important;}»][vc_column][vcex_icon_box heading=»» icon=»fa fa-hand-peace-o» icon_color=»#ffffff»]En julio hace un calor del infierno. Llevaos una gorra. En serio, no te rías. Mete la gorra en la maleta.[/vcex_icon_box][vcex_icon_box heading=»» icon_type=»linecons» icon_linecons=»vc_li vc_li-like» css=».vc_custom_1471078047454{margin-top: 25px !important;}» icon_color=»#ffffff»]

Bebed mogollón de agua (embotellada y con el precinto de seguridad sin manipular) porque, en serio, se suda… no tengo palabras.

[/vcex_icon_box][vcex_icon_box heading=»» icon_type=»typicons» icon_width=»5″ css=».vc_custom_1471078057967{margin-top: 25px !important;}» icon_typicons=»typcn typcn-warning-outline» icon_color=»#ffffff»]

No recomiendan coger taxis “no legales”. En el hotel insistieron en que siempre subiéramos a aquellos que estaban señalizados como tal pero como somos monguers, no nos dimos cuenta de que, a la salida de La Zorra y el Cuervo, nos íbamos con uno de “los otros”. Tres puertas. Hay que ser monguer. Lo cierto es que nosotros nos tuvimos ningún problema. Nos llevó un chico joven que nos dio un rodeo para que viéramos Chinatown de noche y que nos puso musicote (me encanta el reggaetón, ya debes saberlo) pero… de todas maneras, ten cuidado.

[/vcex_icon_box][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vcex_divider margin_top=»40″][vc_column_text]

VARADERO

Salimos hacia Varadero por la mañana temprano. Nos recogió un coche, que había contratado la agencia y que nos dejó en el hotel Paradisus Princesa del Mar Resort & Spa.

Nosotros nos alojamos en una parte del hotel para mayores de 18 años súper tranquila, con una recepción más pequeña donde podíamos conectarnos al WIFI gratuito del hotel (que iba como un tiro) a cualquier hora del día.

El hotel no deja de ser uno de esos resorts caribeños de Todo Incluido, pero lo cierto es que todo está súper cuidado y el servicio es muy muy muy bueno. Sólo hay un pero: los restaurantes flojeaban bastante. Donde mejor se comía era en el pequeño buffet que había junto a nuestra recepción.[/vc_column_text][vcex_teaser style=»two» heading=»Un amanecer en la playa» image=»1880″ css=».vc_custom_1471103562553{margin-top: 40px !important;}»]

Nos tuvimos que levantar a una hora intempestiva que, en vacaciones, era hasta ofensiva. Quise pegar a Mr. Coqueto. No sé si llegué a hacerlo. No estoy segura. Pero es increíble. Salimos aún de noche de la habitación, cruzamos la zona de las piscinas y nos sentamos en la arena aún fría de la playa. Una hora después habíamos visto uno de los amaneceres más bonitos que hemos presenciado.

Descansar, beber en el bar piscina, bailar un poco de bachata (cuando nadie te ve y dentro de la piscina si quieres), hablar con los camareros, besar, leer, hacer el amor… Es un sitio mágico.

[/vcex_teaser][/vc_column][/vc_row][vc_row css=».vc_custom_1471104092764{padding-top: 40px !important;padding-right: 50px !important;padding-bottom: 30px !important;padding-left: 50px !important;background-color: #c9c908 !important;}»][vc_column][vcex_icon_box heading=»» icon=»fa fa-medkit» icon_color=»#ffffff»]

Lleva repelente para mosquitos satánicos y antihistamínicos. Como no, aquí la pupas, casi tiene que irse al hospital. Una noche, volviendo de cenar, me picó uno en el único punto donde no me había echado repelente: en el pómulo, debajo del ojo derecho. Debo ser como una caja de donuts para los mosquitos… porque no me dejan vivir. El día siguiente, cuando me levanté, estaba un poco hinchado, pero no le dimos importancia porque salíamos de excursión a Cayo Blanco. Después de comer y en el ratito libre, nos echamos al sol y… bueno, me convertí en un ser de las profundidades de Mordor. Me ahorro la foto por… vuestro bien.

[/vcex_icon_box][vcex_icon_box heading=»» icon_type=»typicons» icon_width=»5″ css=».vc_custom_1471103751599{margin-top: 25px !important;}» icon_typicons=»typcn typcn-adjust-brightness» icon_color=»#ffffff»]Protección solar a todo trapo. Yo soy blanca como la leche y volví del color del café.[/vcex_icon_box][/vc_column][/vc_row]

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