Guía de supervivencia coqueta

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Guía de supervivencia coqueta

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Es mundialmente conocido que las coquetas somos seres maravillosos pero… abocados al desastre. Sí, no podemos negárnoslo. Somos un poco kamikazes… propensas al caos. Pero que nadie se confunda, que aunque nuestra mesa de la oficina esté como si viviera allí Don Limpio (siempre me gustó más Mr. Propper, soy de los ochenta) y nuestra vida parezca tranquila, hay mil problemas que acosan a la coqueta al día. Y… ¿es que nadie va a preocuparse por escribir un decálogo de consejos coquetos con los que sobrevivir a esta aventura continua? Pues mira, a falta de alguien mejor, me animo yo. No sé si van a ser de mucha ayuda, pero igual alguna sonrisa nos arrancan estos…
¡¡¡Mandamientos coqueeeetooooos!!!

Coqueeeetaaaaas... (ay, mare, qué mal tiempo se ha girao de repente)
Coqueeeetaaaaas… (ay, mare, qué mal tiempo se ha girao de repente)

1. Buscarás la felicidad sobre todas las cosas. Dan igual las normas que parezcan regir el mundo. Lo único que hace que la vida valga la pena es ser feliz y/o esforzarse por conseguirlo. Y no es uno de esos consejos envasados, de mierda, que llenan la boca de mucha gente pero que no significan nada. No, esto lo aprendí de la persona con la que comparto mi vida: nada tiene sentido si su objetivo no es hacernos más felices (cuidado con el hedonismo, eso sí, que hay cositas que me dan mucho gustirrinín pero que es mejor pararse a pensar primero). A veces perder la tarde en ver una película en blanco y negro hace más por nosotras que poner tres lavadoras.

2. Te tomarás la vida suficientemente en serio como para ser responsable y suficientemente en broma como para ser feliz.

Este sabio consejo rige mi casa
Este sabio consejo rige mi casa

3. Nunca te acostarás sin desmaquillar y convertirás ese momento en un instante de paz. Porque ciertas rutinas pueden parecer un coñazo pero es cuestión de darle la vuelta a la situación y convertir una obligación en ese instante que necesitas para respirar hondo y mimarte solamente a ti. No hace falta mucho más de cinco minutos. A lo sumo diez. Lavar la cara con jabón y agua tibia, desmaquillar los ojos, pasar un algodón empapado en tónico, un poco de sérum, contorno de ojos, hidratante y… de fondo, un par de tus canciones preferidas. Si has bajado un poco la luz para hacerlo… ¡fetén!

4. Nunca olvidarás que “de la moda solo lo que me acomoda”. Da igual si se lleva el cuero, porque si no te gusta, no te sienta bien y cuando te lo pones te suda el parrús (que es una cosa que siempre me planteo cuando veo a alguien vestido de cuero) pues… ¡no te lo pones! La moda es algo que construir a la medida de cada una. Ser esclava de lo que las tendencias apuntan como must have no tiene sentido porque, además atenta contra el primer mandamiento coqueto: no, no hace feliz. Mirad lo que le pasó al pobre Ros cuando se pasó al cuero…

5. Cuidarás por estar siempre cómoda. No hablo de bajar al supermercado en pijama, aunque yo también lo he hecho (es más, una de vosotras me pilló una vez con los pantalones de pijama en la verdulería del Mercadona ;P). Hablo de no aguantar situaciones que nos incomoden, no empecinarnos en juntarnos con gente que no nos haga sentir nosotras mismas y despreocupadas y, por supuesto, velar por nuestra comodidad física, que parece estar muy mal valorada pero que construye una base estupenda para ser feliz. Y es aquí cuando entra en juego mi advertencia: cuidado con las bragas fajas. Son una cosa que se pasa el día follándote y encima sin correrte.

6. Nunca dejarás las cosas al azar. Porque puede que el fin no dependa solo de ti mism@, pero la balanza se inclinará a tu favor si has peleado duro por ello. No tiene sentido quejarse si uno no se esfuerza. La segunda parte de este mandamiento podría ser: Aceptarás consejos, pero nunca que te digan lo que debes hacer. Porque eres una coqueta capaz de tomar las riendas. Y si te equivocas por tus propias decisiones aprenderás muchísimo más que si acatas lo que los demás creen que debes hacer, se equivoquen o no.

7. Amarás la ducha, el gel, el champú, el desodorante, el perfume, la colonia y… oler bien en general. El aspecto es importante, sin pasarse. Ir vestida en consonancia con las situaciones en las que te mueves, regalarte un poco de mimo en arreglarte, aunque sean cinco minutos (de los 1440 minutos que tiene un día) y, además, ser limpia. Imprescindible en el mundo coqueto. Cuando una se preocupa de sí misma (en su justa medida) todo lo demás parece venir un poco más rodado. Ya lo dice mi padre: la caridad bien entendida, comienza por uno mismo.

8. Adorarás a tus amigas y cultivarás el noble arte de invertir en las relaciones sociales. Porque tengas o no pareja, tengas o no niños, hay cosas que una solo puede ver claras después de una copa de vino con las amigas. Y da igual que se hable de física cuántica, de Supervivientes o de que fulanita es una borde (y una fea, que siempre nos gusta decir estas cosas antes de reírnos malignamente a lo “muajajaja” y darle vueltas a nuestros calderos de brujas). Una suele volver a casa después de un café, un vino, una cena o unos bailes… con una sonrisa en los labios y la palabra pene grabada a fuego en la retina. PENE. Palabra feliz donde las haya.

9. Te reirás de ti misma cuando toque pero nunca siendo cruel. Porque si te caes de culo por las escaleras de un restaurante delante de tus amigos (y no te has roto nada en el proceso) no hay motivo para hacer un drama. Y como esto mil cosas. Somos humanas y hacemos cosas ridículas que hacen gracia. Si la has cagado pero puedes echarte unas risas… siempre será mejor, ¿no? Hay que saber darle a las cosas la importancia que tienen, en su justa medida. Y sí, yo también he llorado dentro de un probador después de verme reflejada en el espejo, pero porque días flojos los tenemos todas. Pero la vida, como ya dice el segundo mandamiento coqueto, hay que tomársela en serio solo lo justo.

10. Te darás caprichos y lujos cuando tengas un mal día. (He aquí un par de ideas.) Ya está bien de fingir que somos más fuertes de lo que somos. Lo que consideramos nuestros puntos flacos pueden ser nuestros puntos fuertes. Por ejemplo, yo sostengo la teoría de que las chicas como yo, con buenos jamones porcinos desde la más tierna infancia, desarrollamos unas habilidades sociales mucho más desenvueltas que las niñas monas del cole. Que no se puede generalizar, está claro, pero es por poner un ejemplo de los míos, así, bastante estúpido. A lo que voy: y es que, como ya expliqué una vez en el post La coqueta autoexigente y otras maneras de morir, nos patina un poco la neurona exigiéndonos siempre más y por encima de nuestras posibilidades. Al final, nos convertiremos en una raza de supermujeres súperamargadas que súperodiarán su vida. ¿Es eso lo que buscamos? Si tienes dudas, vuelta al primer mandamiento.

Y hoy: Especial enemigos de las coquetas!!

La braga faja… porque si alguien/algo quiere meterse en ciertas zonas de tu cuerpo, que te invite antes a cenar.

El tequila/ginebra/cerveza/ron/whisky cuando estás triste… porque terminar cantando canciones noventeras de Alejandro Sanz abrazada a la taza del wáter no soluciona nada y da resaca. Y vergüenza.

Y si fuera eeeeellaaaaaa aaaaahhh!!!
Y si fuera eeeeellaaaaaa aaaaahhh!!!

Ropa de una talla más pequeña… porque nunca cumplimos eso de: “me lo compro y así ya tengo excusa para bajar unos kilos”.

Los lunes… porque somos demasiado glamurosas para el despertador, no me jodas.

(A veces) Tu madre… porque hay días en los que no apetece/hace falta que alguien sea sincera con ciertos temas. Los “has engordado”, “ese pantalón te queda mal”, “no me gusta el color de pelo que llevas” o “la raya del ojo así es de puturruca” pueden quedar por decir. Creo que el cosmos seguirá su curso aunque se las callen.

Las amistades tóxicas y los vampiros emocionales… porque si quieren chuparnos la energía vital que empiecen por los bajos.

Los anuncios en los que salga Miranda Kerr… por favor, no nos castiguen. Ya me ha quedado claro que ella está buena y yo no.

Litro y medio de té… vale, si bebes cinco tazas de té evitas picar entre horas, pero la última vez que lo hice, escuché los colores, caminé por las paredes y hablé en esperanto.

Otro día, más y mejor.

Aprovecho, eso sí, el pie de este post para saludar a Elena, una amiga de mi madre, que me lee todas las semanas. Y a las coquetas en Mordor, que tengo demasiado abandonadas. Gracias a tod@s por leerme una semana más.

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