Una vez, alguien muy sabio, me dijo que la gente no nos decepciona porque, en realidad, somos nosotros mismos los que no hemos sabido gestionar nuestras expectativas. Así que, personas del mundo: la noche no tiene nada en contra nuestra. Es que nosotros esperamos cosas de ellas por encima de nuestras posibilidades.
Y sí, no nos hagamos los duros. Está a la orden del día. Planeamos una salida de fin de semana con las amigas y en el preciso momento en el que dicha cita se confirma empezamos a hacer cábalas. Nos montamos toda la película, palomitas incluidas. Y mira por donde, que casi nunca acertamos. Debe ser que nos equivocamos de sala…
Es como cuando yo ojeo un catálogo de ropa. Voy marcando todas las cosas que me gustan, emocionadísima. En mi cabeza, los años de publicidad subliminal hacen efecto y el consumismo me empuja a verme con toda esa ropa nueva, tan pichi. Y de pichi nada, que luego voy a la tienda, me lo pruebo y… jodo. Los enanos de El señor de los anillos hacen mejor facha que yo. Recuerdo un caso concreto de un vestido que estuve a punto de llevarme a casa sin pasar por el probador porque ¡era mi vestido! El vestido de mi vida. Y lo que parecía era una mortaja. De verdad, qué impresión verme con eso encima. Igualita que las fotos de gente muerta de la película Los Otros.
El caso es que nos motivamos (¡qué bien nos lo vamos a pasar!), elegimos modelito (y cuentan por ahí que hay gente que hasta va de compras a propósito – como yo – ) nos empezamos a arreglar ciento ochenta horas antes y nos vamos emocionadísimas, mirándonos sonrientes en el espejo del ascensor. La siguiente imagen, en una elipsis temporal digna de Hollywood, es que en ese mismo espejo se refleja una cara de asco tremenda.
Cuidado con las expectativas, pequeñ@s coquet@s, que son muy putas, escurridizas y jodidamente exigentes.
Caso 1: Maquillaje 10
Tarros y más tarros y nosotras, entre ellos cual alquimista, probando encima de la mano la fórmula perfecta para conseguir que la sombra de ojos haga juego con nuestro top. Así somos, no mintamos. Si además sois un poco como yo, las inversiones en este tipo de productos son morrocotudas. Mr. Coqueto asevera que podría maquillarme los ojos cada día de un color y no repetir en varios años. Exagera, claro. Como mucho creo que serían unos 7 meses. :S
El caso es que te pones todo lo ponible para que los efectos secundarios de la juega loca y el alcohol no se coman tu cara y escupan la de Katie Holmes sin maquillar. Venga pote, venga polvos, venga meter la cara en el congelador (ah, que eso no lo hacéis?? Yo tampoco, eh?!)
Resultado: el ojo izquierdo te llora toda la noche. El eyeliner se convierte en una pasta que se corre cada vez que lo rozas (todo lo contrario que otras zonas de tu cuerpo, por cierto). El colorete se queda como una raya a lo indio apache. Empiezas a brillar como si te hubieras maquillado con tocino. Sé de lo que hablo. He visto fotos mías a las cuatro de la mañana y el espectáculo es dantesco. Resultado: ¿Os acordáis de la restauración del Ecce Homo de Borja? Pues eso.
Caso 2: Esta noche… pillo
Cuántas veces he escuchado esa frase… y cuántas veces he apuntado (cruelmente) a las seis de la mañana “Pues como no quieras pillar una pulmonía, yo me iría abrigando”. Es la ley de Murphi, ese americano cabrón que hace que las tostadas se caigan siempre por el lado del condumio y no por el quemado. Ese día que te has dejado convencer por tu parte calentorra y por fin te has quitado las medias de piel de camello (más conocidas por el “no me depilo que hace mucho frío) y que además te has dejado más pelona que una Nancy en zonas más íntimas. Ese día: no follas. Así es.
Mi consejo: ir siempre depilada. Así no se dará la máxima de: “siempre pillo cuando llevo un gato acostado entre las piernas”. Y… otro. Es mejor dormir sola que despertar con uno de los malos de Cristal Oscuro.
Caso 3: Voy a bailar hasta descoyuntarme
Bien. Ten en cuenta que el día que tú quieras pasar la noche bailando mamoneo y restregando cebolleta el cosmos conspirará para que tú acabes en un garito de gafipastis, con música baja y en el que lo único que oyes es a gente hablando de cosas del tipo: “Las exposiciones del Matadero… bla bla bla bla”. Y tú con ganas de cogerte a una columna y bailar a lo showgirls.
Lo bueno de esos garitos es que suelen tener un sofá donde es fácil dormirse.
¡Esta noche me bebo Madrid!
Esta es una de mis típicas. Llevo una semana del infierno. Salgo el viernes a las 3 con ganas de beberme el mundo y un poquito más, olvidarme de la moqueta azul y echarme unas risas. Ese día… ESE DÍA de manera mágica mi cuerpo empieza:
1. A no tolerar el alcohol (huelo la ginebra y me entran ganas de vomitarle en la cara al gafipasti de al lado)
2. Metaboliza el alcohol convirtiéndolo en… SOBRIEDAD. Y no hay nada que más me joda que darme cuenta de que me he gastado 45 euros en copas y los tíos del garito siguen siendo igual de feos. Coño. ¡Alcohol! ¿Por qué me abandonas?
Y eso es lo que pasa. Yo tengo una hipótesis: si tu pensamiento pone sobre aviso a tu cuerpo de que piensas envenenarlo un poco con alcohol del duro, él se prepara para que te jodas tú. Y más aún… el día que menos te lo pienses ese caprichoso organismo tuyo decidirá que dos copas de vino son demasiado alcohol y terminarás haciendo el ridículo en la cena de empresa o despertando al lado de algo que te dice que “anoche lo pasó muy bien”.
Caso 4: ¡Hoy voy a salir a por ti!
Qué gran canción. Os ilustro con ella…
Después de esta chorrada que me apetecía compartir, os ilustro.
No. Mejor no. Creedme. Es una mala idea por muchos motivos. El punto del maquillaje escurriéndose de tu cara en mitad de la noche es uno bueno, pero hay más. A lo mejor soy una romántica antigua, pero lo cierto es que desconfío del ambiente de una discoteca como lugar para una historia de amor. Está lleno de gente que baila mal y molesta (ahí me he dejado llevar por mi lado intransigente, lo confieso) y la gente huele raro (lo he hecho otra vez). Esas luces no son románticas, provocan más ataques epilépticos de los que pensamos. La música… ¿besar por primera vez con Juan Magán de fondo? Uhmm… sólo piénsatelo bien.
Y eso es solo un supuesto, porque también puede pasar que lo pierdas de vista entre la marabunta y que de pronto te lo encuentres metiéndole la lengua hasta la campanilla a alguna iluminada que se ha puesto menos ropa que tú.
Las conquistas mejor en terreno seguro. O en pubs poco concurridos. Y oscuros. Lo que me gusta a mí la nocturnidad y la alevosía…
Caso 5: Esta noche vamos a celebrar X
Con este título se han perpetrado las más grandes aberraciones de la noche. Ese día que tus amigas y tú decidís celebrar el cumpleaños de una, que otra se casa, que tú tienes curro, que la novia de tu ex es fea… cualquier cosa… lo más probable es que alguna pase de la exaltación de la amistad a la sinceridad más cruda y acabéis discutiendo (y alguna llorando, esto es un clásico). Os bajará el pedo de las botellas de lambrusco. Los tíos del local os parecerán más feos de lo que son. Te romperás unas medias. Yo qué sé.
Mal.
Vosotras salid, pero porque os apetece. Sin grandes: “esta noche la vamos a partir porque Paquita tiene novio por fin”. No. Caca. Mal. Pene. Ay, que me lío con las palabras.
EL CASO CLÁSICO: Me tomo una y a casa
Mi pregunta es… ¿alguna vez en la vida alguien ha dicho eso y lo ha cumplido? Yo creo que es una leyenda urbana.
Sigue siendo un error en tus expectativas porque crees que te tomarás una cervecita, te reirás un rato con tus amigas y después os despediréis con un besito en la mejilla y dormirás a pierna suelta. Y no. La realidad es que esa primera cañita se convertirá en cuatro dobles, a los que seguirán cinco copas y un par de chupitos. Esos zapatos que quisiste estrenar porque, total, no en un rato volvías a casa, te van a matar los pies. Lo más probable es que vuelvas a las seis de la mañana descalza, por lo que cogerás el tifus. Es probable que te encuentres al tío más tío sobre la faz de la tierra y tú NO LLEVARÁS EL MAQUILLAJE ADECUADO (pero esto da igual, recuerda que el maquillaje tiene un plan maligno en tu contra). Irás sin depilar, claro. Y llevarás bragas de cuello vuelto, por supuesto.
Eso sí: el día siguiente, cuando te repongas de la horrible resaca, te acuerdes cien veces de la tía abuela de la que te convenció de tomarte ese último chupito de tequila y te quites los pegotes de rímel… que te quiten lo bailao, ¿no?