Una vez escuché a una chica decir que no creía en el amor, que era un invento de las grandes superficies para vender más bombones, flores y mariconadas. Yo me quedé estupefacta, porque lo cierto es que nunca había puesto en duda la existencia del amor. Y sigo sin ponerlo en duda, que conste. Aquel comentario me pareció puro y duro postureo, una etiqueta cutre que tapaba, en realidad, otro pensamiento que, por hache o por be, esa persona no quería confesar. Y soy más amiga de callar que de mentir.
Hay amor de muchos tipos. Hay hasta amor con hache (Hamor), que es cuando ya es tan grande que no tiene ni nombre. Amor por los animales, por tus padres, por tus hermanos, por tus sobrinos, por tus hijos, amor entre amigos, amor platónico, amor encendido… que no me fastidie. ¿Qué no existe el amor? Guantazo en la cara que le daría yo con la mano abierta si yo fuera la vida, así en plan ente incorpóreo que se pasea por el mundo.
El amor existe, claro que sí. Lo único que debemos es pararnos a pensar en cómo queremos vivirlo y qué queremos que nos dé ese amor. Habrá quien lo mida con regalos (que de vez en cuando no está mal, oiga, por ejemplo unas New Balance de colores… titiriii…), hay quien lo mida en besos, o en respeto o en carcajadas. Pero lo importante es que sume y no reste.
A veces enamorarse escuece pero no porque el amor duela, sino porque equivocarse no es agradable. Incluso podemos sufrir, no porque nos hayamos equivocado, sino porque pusimos nuestra fe e ilusión en algo que, al final, no pudo ser. Y no pasa nada, porque la vida está para darse leches continuamente, aprender, levantarse y decirse a uno mismo que la próxima vez será mejor. Y para llorar y comer helado cuando no funciona, que es un derecho que debería estar contemplado en la constitución y en los estatutos de las empresas. Tres días por ruptura, para que llores, veas Love Actually hasta la extenuación y engordes un par de kilos.
Sin embargo, hemos crecido escuchando canciones de amor dolorosas, de las que se cogen a las tripas y hasta te arrancan una lágrima y hemos interiorizado esa idea del amor romántico mal entendido en el que todo es como una canción de Rocío Jurado. O como en esta canción de Pastora que me escuece como echarme limón en un ojo…
Creemos que el amor tortuoso es el único amor verdadero y estamos tan equivocados que al final lo único que hacemos es alimentar frustraciones porque, entre eso, las películas de Disney y las comedias románticas… y bueno, las novelas de amor. Así que mira, ahí estoy yo, “predicando con el ejemplo” y ayudando a que creamos que esas relaciones difíciles son las más bonitas. Y no. Mirad a Carmen y Borja, de la Saga Valeria. Se quieren y ya está. No hay dramas en ese amor.
Y todo esto os lo dice una persona que se engancha a las canciones tristes como al crack. La semana pasada me puse una lista de reproducción de Spotify que he titulado “Triste» mientras revisaba una parte dura de la próxima novela. Bien, revisando algo bastante triste escuchando Hurt de Johny Cash. La próxima vez ya si eso me compro un arma y todo solucionado. Gasté un paquete entero de kleenex.
El caso es que muchas veces me he planteado si hay una definición del amor o de estar enamorado; una definición real. Incluso lo he buscado en la RAE, pero hay algo en las esas descripciones al uso que despoja a las palabras del verdadero sentido de lo que significa querer.
Amor: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
Amor es dejar notas en la nevera para desear un buen día, como hacen una pareja de amigos míos. Amor es coger a mis gatos en brazos y que se queden abrazados a mí, ronroneando. Amor es ese beso en la frente antes de irse a trabajar, cuando dejas al otro durmiendo y en realidad tienes tanto sueño que querrías asfixiarlo con una almohada por poder estar sobando. Amor es muchas cosas, pero… ¿qué podemos hacer por definirlo, cuantificarlo, hacerlo más real? Porque hablamos de él como quien habla del éter. ¿Sabemos que está? Sí. ¿Lo vemos en el sentido más físico de la palabra? No.
En cada casa el amor se vive de una manera concreta. Hay quien se quiere diciéndose “cari” y otros apelativos moñas. Hay quien se quiere follando como animales. Hay quien se quiere dejando que el otro decida qué película ir a ver al cine. Y hay quien se quiere con locura, pero solo sabe demostrarlo de puertas para dentro. Y mira por donde, desconfío mucho más de una persona que alardea de su amor de puertas para fuera que de esa pareja callada, que nunca hace demostraciones grandilocuentes. Pero eso sí, yo soy fan de las flores (y las zapatillas New Balance, talla 39), por lo que a mí me van las muestras de amor así como con mucha parafernalia, pero es que me dedico a escribir novelas románticas, no sé si me explico…
Y como es a eso a lo que dedico toda mi pasión laboral (lo siento por Mordor S.A, pero creo que ya sabía que le era infiel con un pluriempleo que me da vidilla), escribiendo palabras que, en su conjunto, hablen del amor, creo que lo mejor será cerrar este post tan raro con las palabras de un personaje de algo mío que aún no ha visto la luz. Algo que me hizo pensar, claro, y que me empujó a escribir este post, que no será de los mejores pero sí de los más sentidos.
“La miro, pero como de lejos, respiro con cuidado. No quiero mover ni un ápice el aire que la rodea, porque el momento es perfecto y parece que se irá volando si lo agito. Un pestañeo y siento que sería capaz de todo por ella, hasta de cosas de las que no soy capaz. Y lo sé, pero lo siento llenándome el pecho. Casi me ahogo, porque la tengo tan dentro que no cabe nada más. Está en mi cabeza, en mis pulmones, en mi nariz, en mis ojos al parpadear. Está cuando duermo y cuando despierto. Está. Simplemente está. Siempre.
A veces tengo la sensación de que he nacido para tenerla al lado y preocuparme de que nada la moleste. He nacido para hacerla feliz, aunque a veces termine haciéndole llorar y aunque eso me haga infeliz. He nacido para complementarla y mis errores me parecen más grandes en el espejo, porque la realidad se convierte en algo que mido en función de su cuerpo. La distancia sólo se mide en los pasos que me separan de ella y el miedo solamente es la sensación de hacer algo mal y verla huir.
¿Me preguntas qué es estar enamorado? Quizá la respuesta no te satisfaga, porque querer a veces no es bonito, pero no se puede evitar, ni controlar, ni medir, ni racionalizar. Sale de toda lógica y las palabras flotan en él sin poder darle nombre. Es un infierno o es un sueño, no sé. Es sentir que todo lo demás podrá fallarte pero que siempre tendrás el recuerdo de sus pestañeos al que aferrarte. Es incómodo. Es molesto y a veces doloroso en exceso, pero vale la pena. ¿Qué más te puedo decir?”