Don Draper. El punto de encuentro.

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Don Draper. El punto de encuentro.

cabecera-don

Mi amiga Alba me sorprendió el otro día con un mensaje al móvil en el que me proponía hablar de Don Draper en algún post. En un primer momento entendí que se refería al protagonista de Mad Men como mito erótico retro de toda una generación, pero después me explicó que más bien sugería ahondar en él como el punto de encuentro entre el imaginario de hombres y mujeres.

¿Y qué quiero decir con esto? Que cuando pensamos que en cuestión de fantasías nunca llegaremos a un acuerdo, estamos equivocadas. Y no, no creo que todos los hombres quieran montarse un trío con Don Draper. Sigamos leyendo.

El sábado por la noche tuve una cena de cumpleaños en casa de la guapísima Cristina Boscá (locutora de 40 Principales, presentadora de 40Tv y protagonista del blog www.cristinabosca.es) donde, como siempre, salieron doscientos mil temas de conversación. Entre rebujito y rebujito, Cristina y yo nos pusimos a cotillear sobre el partido que se le puede sacar a un Ipad y de pronto, sin saber muy bien cómo… estábamos viendo las fotos de Instagram de Andrés Velencoso y Mariano Di Vaio.

Entre los abucheos habituales de los hombres presentes, salió el clásico: “no sé qué le véis”. Y no se quedó ahí; siguió por los típicos “en realidad es tirando a feo”, “está demasiado delgado” o “lo tenéis idealizado”. Y yo me reí, porque sí, es probable que tenga a Andrés Velencoso (dios de la belleza masculina en mi Olimpo particular) algo idealizado, pero los hombres empiezan a repetir unos comportamientos que hasta hace bien poco sólo se relacionaban con nosotras.

Es posible que el hecho de que la mujer haya dejado atrás esa discreción obsesiva con la que se debían tratar las preferencias sensuales y sexuales por miedo a ser tomada por una cualquiera, haya despertado en ellos esos… “celitos” a partir de los que nacen los comentarios que a mí me gusta definir como “reacción pasarela- espejo”. Los mismos que nosotras rumiamos entre dientes cuando ellos babean con la boca abierta delante de la tele viendo pasear a los Ángeles de Victoria Secret.

Para nosotras Mariano Di Vaio puede ser el adalid de la masculinidad y el atractivo físico, pero lo más probable es que para ellos sea un “guapo más de los que pone morritos”. Para ellos Miranda Kerr puede ser el deseo sexual hecho carne, pero es fácil que nosotras pensemos que “buena falta le hacen unos cuántos bocadillos”. Y así, las chicas que nos gusten a nosotras como icono sexual, a ellos les parecerán de todo menos sexis y los chicos que representen para ellos el ideal masculino, para nosotras no serán más que unos brutos garrulos.

¿No hay punto de encuentro? Creo que sí. Don Draper. Pensémoslo.

Don Draper, el macho alfa por excelencia
Don Draper, el macho alfa por excelencia

Casi todas las mujeres nos sentimos irremediablemente atraídas, no por el actor Jon Hamm, sino por el personaje de Don Draper. En palabras de mi amiga Alba (a la que nombro bastante porque es una fuente inabarcable de sabiduría femenina asturiana) Don Draper es un macho alfa. Ese hombre elegante hasta cuando arregla el jardín, que, aunque es galante (retira la silla para que puedas sentarte, te abre las puertas, enciende tu cigarrillo antes que el suyo…) es indomable y nunca tiene suficiente con una sola mujer. Y algo que debería indignarnos (muy mal, Don Draper, es usted un infiel patológico) nos resulta sensual y salvaje (quién pudiera domesticar a este macho). No  sé qué tiene, pero nos embauca hasta dejarnos con la boca abierta y la babilla colgando, gruñendo por lo bajo de deseo contenido. Y a veces le cruzarías la cara por machista y retrógrado pero terminas perdonándole porque, total, eran los sesenta. “Seguro que yo podría cambiarlo”, nos decimos.

Y sorpresa, sorpresa… ¡qué raro es el hombre que no se quiera ver reflejado en Don Draper! Porque es un machote, siempre está seduciendo o siendo seducido (pero con testosterona, que nadie le domina), tiene un trabajo molón (¡¡es socio de una agencia de publicidad en el Nueva York de los años sesenta!!) y un pasado oscuro que, aunque le persigue, ha conseguido cambiar. Es un hombre de éxito, más chulo que un ocho, al que nadie se atreve ni a soplarle y que tiene que ir quitándose a las mujeres de encima.

Entonces… ¿es posible que nosotras, muy en el fondo, añoremos un modelo masculino que en realidad no aguantaríamos y que supone un paso hacia atrás en nuestra batalla por alcanzar la igualdad? Un deseo oscuro y escondido que se da de tortas con el resto de nuestro planteamiento vital. Porque a mí, mi marido me recibe en casa a la pregunta de “¿Está la cena servida?” y no sé qué le hago. Y parece que lo pregunte Don Draper y se nos carbonice la ropa interior.

Del mismo modo… ¿es posible que ellos, ahí en el fondo, añoren los viejos tiempos, cuando no tenían que competir con nosotras en el mercado laboral y les esperábamos en casa impecablemente vestidas y con la mesa puesta? Algo que tampoco se lleva demasiado bien con ese “yo quiero a una tía independiente, que no me necesite” que tanto se ha puesto de moda.

Total, que después de darle vueltas llegamos a la conclusión de que, a pesar de tener un punto de encuentro (yo deseo a Don Draper – Don Draper es mi modelo a seguir) en lo único que nos pondríamos de acuerdo, sería en … ¡Quién tuviera un jefe como él, que nos dejara fumar y beber en el trabajo!

¿A que sí?
¿A que sí?

Share this post