Desmontando mitos

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Desmontando mitos

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Creo que me estoy quedando sin temas sobre los que divagar. Estoy en sequía, coquet@s. Así que, procediendo con nocturnidad y alevosía (bueno, con alevosía sí, con nocturnidad no, pero queda mejor) me he puesto a escuchar como una loca todo lo que salía de la boca de mis compañeros durante la hora del café. Bendita hora del café.
Como ya sabéis, trabajo en una oficina de las serias, de las de traje, corbata y moqueta antropófaga. Pero al ser el departamento de comunicación, como que somos mucho más hippies y sarnosos que el resto. Y esto mola. Para comer nos encerramos en un cuartito, como si fuéramos una secta adoradora del bizarrismo y raro es el día en el que alguien entre y no nos encuentre hablando de sexo. Después, con el tupper en la garganta (o la ensalada que venden en el local de al lado, que es muy recurrente cuando una es tan perra como yo a la hora de prepararse la comida) nos vamos al bar de al lado (casi tan glamuroso como la moqueta) y seguimos con nuestros temas de conversación. Que si beso después de mamada sí o no, que si gordas o largas, que si duelen los pezones en el síndrome premenstrual. Lo divertido es que no sólo somos mujeres: hay un chico recurrente en el corrillo. Bueno un chico, es un tío de metro noventa que un día o nos suelta una hostia con la mano abierta o le baja la regla y nos pide un tampax.
Él nos da el contrapunto masculino y quiero pensar que el pobre chico también aprende algo de estas conversaciones.
El caso es que hoy hemos sacado un tema de lo más manido, típico, manoseado interesante: las fantasías eróticas. Y no veas lo que ha salido de ahí.
Empecemos, como siempre, confesando lo propio, por eso de no señalar con el dedo hacia los demás y vestirme de santurrona. A estas alturas ya no tiene sentido, ¿verdad?
Creo que es un hecho empíricamente demostrable que la culpa de mis fantasías no las tengo yo. ¡NO! No es que yo sea un niño adolescente en plena ebullición hormonal dentro de una tía de casi treinta. Para nada. (Léase con ironía) Es sólo que… a ver… me paso el día pensando en tramas para novelas salpicadas (nunca mejor dicho) de escenas sexuales explícitas. Esas escenas las describo con pelos y señales en mis libros y, por tanto, las recreo visualmente en mi cabeza. Y ahí se quedan. Otro culpable de que yo ande todo el día más salida que el canto de una mesa, es mi Síndrome de Stendhal. Sí señor. Yo es que soy muy sensible a lo estéticamente hermoso. Hay a quién le dan mareos, palpitaciones o vértigo… y yo me pongo tontorrona. De ahí que los culpables sean hombres como Milo Ventimiglia, Andrés Velencoso, Matt Bomer, MR.COQUETO… (Podéis decirme lo que queráis, pero tengo un gusto exquisito con los hombres)

No estoy loca, que sale hasta en la Wikipedia!
No estoy loca, que sale hasta en la Wikipedia!

Excusatio non petita… accusatio manifesta, dice el latinajo. Vamos, que excusa no pedida, culpa admitida. Aceptado. Volviendo al tema, mis fantasías suelen ir encaminadas a cosas que estéticamente me han impresionado. Dios, qué pedante. Cosas que me han puesto borrica en su momento. (Espero que este blog jamás llegue a manos de mis padres) Una es el uniforme de enfermero y de esto tiene la culpa Peter Petrelli en Héroes.

Os quería poner una de él vestido de enfermero pero… algo me ha distraído.
Os quería poner una de él vestido de enfermero pero… algo me ha distraído.

Me gushhhhta ese pijamita tan liviano, con su camisetita debajo (o no) tan… “necesito ir cómodo para salvar vidas”. Pero, ojo, que me pone el concepto enfermero pero el de médico no me hace mucha gracia. Bueno, vale, según qué médico, pero como concepto… ENFERMERO, POR FAVOR. Sí, nene, tómame la tensión…
Y hablando del tema (con toda la exaltación entre enfermeros, bomberos, ballenas varadas {esto mejor no os lo explico} cueros, corbatas y demás) me he puesto mentalmente a desmontar mitos eróticos. Más que nada por si nunca llegamos a complacer esos oscuros deseos (nuestros coquetos pasan del disfraz o nunca los encontramos en ciertas situaciones). Así somos las mujeres, muy de hacer una de esas del cuento de “La zorra y las uvas”. Quien no se conforma es porque no quiere.
Y así soy yo, muy de dar por culo. Y… he aquí mis estúpidas conclusiones.

Enfermero/médico
Qué bonito, salvando vidas todo el día, con todos esos cacharros molones (como los palitos de madera para la lengua). ¿Pero alguien ha pensado en los pies? Sí, en los pies. Y hablo de zuecos, para ser más exactos. Creo que no hay nada menos erótico que un zueco. Corríjanme ustedes si quieren. Yo veo a Peter Petrelli (¡y es Peter Petrelli, por favor, que si sabe volar imagínate lo que te sabrá hacer a ti debajo de las sábanas!) con unos Crocs y me coso el sashimi por los restos.
Por favor, enfermeros guapos del mundo. Por el bien de las fantasías eróticas de millones de mujeres (en realidad por el bien de las mías): ZAPATILLAS. A poder ser unas Converse. Y no quiero pensar más en el asunto, porque entonces me lío con el tema de los calcetines, de lo que hay debajo y… tengo una fobia muy mala a los pies. Fobia no. Odio aberrante.
A todo esto… preguntas que me hago yo viendo Héroes… si Peter Petrelli puede copiar los poderes de los demás con tocarlos… ¿qué pasaría si un día abrazara a Nacho Vidal? Ahí lo dejo.

Bomberos
Muy heroico. Plas, plas, plas. Ovación incluida. (Esto completamente en serio)
Están muy fuertes, se las ven con situaciones de peligro, llevan una súper manguera… ¿Quién se iba a poder resistir?
Pues veamos… ¿vosotras sabéis cómo tiene que oler a chotungo debajo de ese traje ignifugo después de estar toda la noche currando? Yo, de verdad, que planteándomelo lo último que me apetecería sería acercar mi cara a ninguna zona con roce continuo. Por el amor de Dios. Macho en estado puro, sí. Valeroso como un caballero medieval, también, pero que se duche primero. A mí el uniforme de bombero… como que no.
Y seguro que llegan a casa con olor de hoguera en el pelo… y eso se pega a las sábanas que da horror.

Profesor
¿Quién no ha estado alguna vez en su vida medio enamoriscada de un profesor? (Bueno, yo no, pero creo que vale haber babeado cual púber frente a la tele al ver a Matt Bomer en su papel de Neal Caffrey, suplantar la identidad de un maestro de literatura gafipasti)

Es que... no me jorobes...
Es que… no me jorobes…

Es sexi, sí, sobre todo porque nosotras somos muy de inclinar la balanza a favor de la erótica del poder. Y mira que ya lo estoy viendo, eh… con su americana con coderas, con sus gafitas de carey, hablando apasionadamente con los ojos brillantes sobre el amor galante y su relación con vete tú a saber qué. Sí, lo comprendo pero…
¿Vosotras habéis pensado en un profesor en la cama? Ahí, todo el rato evaluando. Que si esto lo estás haciendo mal. Que si te resto 0’5 por no chuparla. Que si prefiero leerme un libro. Que no, que no. Que los eruditos son muy complicados, reinas. Y muy sacrificados.

El jefe
En línea con el anterior. Yo nunca he tenido la “suerte” de tener un jefe que esté bueno (si alguno me lee ahora mismo, mis disculpas, sois todos muy majos, pero no sois mi tipo). Pero creo que debe ser muy duro.
Una tarde, sumergida en una de estas divagaciones en la oficina, nos planteamos la posibilidad de que un día apareciera Andrés Velencoso luciendo un traje como hay que lucirlo, con sus piernas eternas y esa boca de bizcocho (párate, Elisabet, que te aceleras) para ocupar alguno de los despachos de la empresa. Tú imagínate eso, por el amor de Christian Dior. Andrés Velencoso de jefe.
Todo el día en el despacho.
“¿Quiere un café?” – No gracias, Elisabet, pero puedes tutearme. = Baba colgando, Beta en modo muerte cerebral.
“¿Puedo ayudarte en algo?” – No gracias, me voy a una reunión; pero… ¿me pasas la americana? = Beta tropezándose con su propia ropa interior que ha caído al suelo desesperada por meterse en el bolsillo de la puñetera americana.
“¿Me has llamado?” – Sí, siéntate un segundo aquí a mi lado. Quiero que me hables de cómo estás, de si estás a gusto con tu trabajo y si soy un buen jefe. = Los bomberos tienen que intervenir cuando mis bragas arden y prende la moqueta.
Pero esto, chicas, por mucho que me gustaría, NO VA A PASAR. Andrés Velencoso es modelo, actor y jodidamente guapo y lamentablemente no creo que pise esta moqueta en la vida. De modo que…
¿Un jefe como fantasía erótica? ¡Sí, hombre! ¡Tú imagínate el percal cuando termine el calentón! ¡¡Que es el hombre que te firma las nóminas, coqueta!! ¡¡Qué presión!! Que si a ver si lo haces demasiado mal y empieza a pensar que te falta motivación… Que si a ver si lo haces demasiado bien y empieza a pensar que te sobra de esa motivación. Nada, nada. Olvidaos del asunto.

Hombre afeitándose sólo envuelto en una toalla blanca no demasiado grande.
Sí, ya me he cansado de los oficios.
El cine nos ha metido entre las cejas y a presión esa imagen del hombre, sexi donde los haya, afeitándose después de la ducha y cubierto solo por una toalla que tampoco llama la atención por su extraordinaria extensión enganchada a la altura de la cadera. Y sí, vaya, nuestra imaginación lo secunda y babea, pero reinas, pensemos en algo… (lo dicho, por si coqueto no cumple tampoco esta fantasía) debajo de la toalla hay una picha en estado de reposo, que erótico, erótico… no es. De ahí lo de la ballena varada. Una picha sin vida, en standby, es como un cetáceo fuera del agua, allí tumbado, esperando la muerte. Y como que no.
Y si debajo de la toalla sí que hay vida… pues mira. Ahí no tengo nada que decir. Paso palabra.

Padre sexi con bebé/niño pequeño.
Me vais a perdonar, pero este es uno de mis puntos débiles. Me encanta ver a un hombre con un bebé. Me dan ganas de llorar a gritos a ver si me coge en brazos a mí también. Un hombre con un carrito, suma atractivo, es así. Y si ya lo sitúas en un parque infantil cuidando de que su rorro no se coma la arena ni pegue a otros niños, le pones un par de tatuajes molones a la vista, un poco de barba, unos vaqueros caídos y unas Converse maltratadas… Mátame camión y hazme tuya.
Pero… veamos. El niño no lo ha concebido él solo. ¿De quién es el niño? Porque madre tendrá. Y a lo mejor la madre te quiere arañar hacia arriba si te acercas a su hombre. Esa es una. (Y es norma lo de no fijar como objetivo al jabato de otra, que hay muchos peces en el mar). Otra… pongamos que es padre soltero o separado… El bebé… el bebé es impertérrito, ¿sabes? Que sí, que es una fantasía y no te estás planteando criarlo, pero… dime… ¿en tu fantasía que hace el niño mientras tú te cascas al padre? ¿Se entretiene haciéndose el biberón solo?
Bah, no tiene futuro. Al final los niños siempre lloran, se cagan o vomitan y aunque no lo hagan, molestan en la fantasía. Y si le quitas al niño… no deja de ser un hombre más o menos atractivo.
Seguiría un rato más, pero creo que ya he destrozado suficientes fantasías por hoy. 2000 palabras, qué barbaridad. Y recordad, las fantasías son libres y al final esto no es más que una excusa para decir chorradas y arrancaros una sonrisa. No me toméis demasiado en serio. Yo misma, por mi salud mental, no suelo hacerlo.
¡Hasta el miércoles que viene, coquetas!

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