(Des) Propósitos de año nuevo

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

(Des) Propósitos de año nuevo

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No suelo ser de esas personas que pegan en la puerta de la nevera la lista de sus nuevas metas para el año, aunque una vez lo hice con un dibujo mío en el que aparecía “yo” oronda y se leía la leyenda “sin gimnasio y sin dieta, Beta se pone croqueta”. Y para que veáis que no miento, he aquí la prueba gráfica. Sí, lo sé, estoy de la olla.

Como podéis ver, estoy realmente loca
Como podéis ver, estoy realmente loca

El caso es que, aunque no verbalice los propósitos para el nuevo año, pienso en ello. A decir verdad, hago examen de conciencia dos veces: una al volver de las vacaciones de verano y otra unos días antes de Nochevieja. Eso me facilita, entre otras cosas, la tarea de conservar, aunque sólo un poco, la forma humana. Sin embargo, como el resto de los españoles, no soy de las que se hace mucho caso a sí misma. Me propongo unas cuantas cosas con las que pienso que mi vida mejorará pero que olvido unas semanas más tarde. Crónica de una muerte anunciada…

El año pasado, sin ir más lejos, cansada de no cumplir nunca con los típicos “bajar dos tallas” “ir al gimnasio” “declararle la guerra a los ingratos de carbono”, me propuse algo tan absurdo como: “En 2013 tiene que gustarme el café”.

A los dieciocho hice algo parecido con la cerveza, pero con fines totalmente opuestos. Lo de la cerveza es que me parecía muy maduro y barato. Algo así como guaaay. Lo del café… Bien, lo del café fue porque me convencí de que si no podía cumplir con los propósitos necesarios, al menos podría con uno de más fácil cumplimiento que tuviera algo que ver con los demás. Y es que el café me ayuda a despertarme y no llegar tarde a los sitios, a espabilarme, a concentrarme y a no picar entre horas (y con la retención de líquidos, vaya, que al final acabo por descubrir todo lo prosaico de mi vida). Y funciona. Ahora no sólo me gusta, sino que lo tomo solo, americano y tengo que controlarme para no beber más de tres o cuatro tazas por jornada.

El caso es que estos últimos días, este es el tema principal de casi todas las conversaciones que mantengo. Siempre acaban saliendo a relucir los famosos “propósitos” de año nuevo. Y a pesar de que sigo manteniendo algunos de los clásicos, he añadido otros a la lista. La pregunta es… ¿me haré caso esta vez?

(DES)Propósitos para este año 2014:

Si habéis leído la Saga Valeria recordaréis, en Valeria en blanco y negro, un momento en el que las chicas se proponen hacer las paces con esos sueños que abandonaron por el camino. Y Lola, que además de una “poetisa urbana” capaz de rimar todos los sinónimos de pene, sabe mucho de gramática parda y de la vida, dice algo que un día me inculcó a mí alguien sabio.

“Escuchadme. ¿Os dais cuenta? ¡No es la vida la que nos tiene que traer todas esas cosas que queríamos! Somos nosotras las que tenemos que cogerlas. En algún punto del camino hemos debido volvernos imbéciles, porque aquí estamos, esperando que nos baje la felicidad del maná. (…) Norma primera: concreción. Los propósitos tienen que ser concretos, concisos, realistas y alcanzables.»

Así que esa es, ante todo, la premisa a partir de la cual empezaré el 2014. Todo lo que me  proponga debe ser realista y alcanzable, porque de lo contrario seré yo misma la que me estaré abocando a la frustración. Y la frustración es mala amiga; os lo digo de primera mano.

Qué sabio es este Mr.Wonderfull!

1-      Perder peso. Oh, el clásico perder peso. Ya somos amigos, nosotros. Son muchos años juntos. Durante una temporada nos llevamos fatal, pero ahora parece que, viéndole las orejas al lobo, he decidido que no hay que andarse con chiquitas y que con este “perder peso” las cosas son “o con él o contra él”. Así que lo recupero, pero no en general y con una imagen mental de mí misma con una talla 38, porque eso además de ser imposible, sería absurdo. Hace ya un par de años que me obligué a mí misma a mirarme al espejo y aceptar lo que el reflejo devolvía. Soy consciente de que en la calle hay chicas con unos cuerpos más tersos, más turgentes y más esbeltos que el mío, pero yo soy yo. Por eso no entra en mis planes convertirme en otra persona, por muchos vaivenes (casi todos hormonales, ya sabéis cómo es esto del síndrome premenstrual) que tenga en lo de quererme como soy. Mi reto es cumplir los treinta (en julio de este próximo 2014 que estrenamos mañana) con seis kilos menos. Por salud y previsión. Y por el lujo de ponerme un bikini sin que me entre la risa nerviosa.

2-      Hacer deporte.El día dos de enero me pondré las pilas y me haré una carrerita, a ver si saliendo de mi casa a las ocho de la mañana llego a Lugo a eso del mediodía”. Pues no. No es la respuesta. Este año, tratando de hacerme el mayor caso posible en esta premisa que mi espalda (y la flacidez de mis brazos) pide a gritos, me he desecho de la vergüenza de que el mundo exterior me vea vestida con lycra. Así que, además de seguir acudiendo al gimnasio a una hora intempestiva (¿vosotras sabíais que estaban abiertos a las siete de la mañana? La humanidad me tiene sorprendidita) saldré a correr. ¡Si tanta gente corre debe ser por algo, por Dior! Así estaré preparada para una posible hecatombe zombie de la que sobreviviré con nalgas para partir nueces.
Y si a los 3 minutos de empezar a correr creo estar a punto de caer al suelo víctima de un infarto, en lugar de volver a casa humillada, respiraré hondo (pensaré que el ejercicio no puede ser sano si me escuecen tanto los pulmones) y seguiré, al menos andando rápido. Cuando pueda volver a respirar ya si eso aceleraré un poco.

3-      Dejar de fumar. He empezado antes y aunque desde el día 1 de diciembre he tenido unas cuantas recaídas, creo que estoy llegando a un equilibrio conmigo misma para hacerlo de la manera que más se me ajusta. Y no es una excusa, porque el 1 de marzo de 2014 es la fecha límite para haberlo abandonado del todo. Los motivos por los que tengo que hacerlo son muchos: recuperar capacidad pulmonar, limpiar de alquitrán y devolver la salud a mis pulmones, quedarme embarazada sin humos, prevenir el envejecimiento de la piel, preservar el esmalte de los dientes y oler bien, entre otros. Y es difícil que este punto y el primero se lleven bien, os lo aseguro. ¡En qué mal momento se me ocurrió encender mi primer cigarrillo! Bueno, el primero que me fumé voluntariamente. Algún día os contaré cómo mi hermana se divertía conmigo, una cuerda y el paquete de Ducados de mi padre.

4-      Sonreír mucho. ¿Parece fácil, verdad? Pues hay un montón de mierdas ahí fuera día a día que nos lo van a poner sumamente difícil. Porque sales de tu casa con ganas de ser buena persona, sonreír, tratar de hacer las cosas fáciles a los demás, (por eso del Karma y de ser mejor persona) y zas, esa perturbada odiosa y ochentera se empeña en borrarte la sonrisa a ostias. ¿Lo mejor? Ya lo decía la Pantoja: “Dientes, dientes, que es lo que les jode.” Lástima lo de ir del brazo de Julián Muñoz; un Velencoso hubiera vestido mejor la situación.

Grande Mr. Wonderful!!
Grande Mr. Wonderful!!

5-      Dejar de tener miedo (y de paso poner todo lo que pueda de mi parte para solucionar mi necrofobia) En general, ser más buena conmigo misma. Y eso pasa por no castigarme (he comido un minimuffin, ahora como cena chupo un limón), no llevarme dolores de cabeza del trabajo a casa, darme cuartelillo, no premiarme con cosas que después me harán sentir mal (como un cigarrillo maligno), obligarme con orden marcial a hacer todas esas cosas que son buenas para mí pero me dan pereza (como correr, levantarme una hora antes para ir al gimnasio, desmaquillarme, hacerme las uñas…), dedicarme las horas que me merezco en contraprestación a las que dedico a otras cosas y personas y, sobre todo quererme como soy. Lo contrario no tiene sentido, por mucho que se me aprieten los dientes cuando veo el maldito anuncio de Calzedonia.

6-      Darme un día para mí, (COMPLETAMENTE PARA MÍ) al menos cada dos semanas. Y eso pasa por leer un libro, darme un baño, ponerme todas las mascarillas, cremas, exfoliantes y potingues que se me ocurra, ver dos mil capítulos seguidos de alguna serie que me guste, hablar con mis amigas por teléfono, perder el tiempo en Pinterest, escuchar algún vinilo anticuado o escribir. Escribir mucho, porque es el trabajo que me hace feliz.

Quizá este no sea un post al uso. Quizá lo haya escrito con menos mimo y más prisa. Es posible que no os haga reír, pero creo que me lo debía a mí misma. A veces basta con escribir las cosas para hacerlas tangibles.

FELIZ 2014, COQUET@S.

Gracias por el 2013 que me habéis regalado.

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