Como algunos de vosotros ya sabréis, soy una coqueta casada. Justo hoy hace 4 años de mi boda. Me casé a la loca edad de 24 años con el chico con el que salía desde los 18, así que os podéis hacer a la idea. El mundo de las citas me es prácticamente desconocido. Salí del mercado casi antes de entrar. Eso sí, tengo un montón de amigas coquetas que no dudan en compartir todas sus experiencias para que yo, un día, pueda escribir sobre cosas que no he vivido. He ahí el germen de las historias de la Saga Valeria.
Gracias, coquetoamigas, ¿qué haría yo sin vosotras?
La cuestión es que vengo escuchando, desde hace algunos años, narraciones apasionadas sobre las citas a las que acuden. Y algunas veces el apasionamiento viene de la mano de la indignación, no de nada eróticamente interesante (para mi completo fastidio). Me he dado cuenta de que hay muchísimas cosas que pueden echar a perder una cita. Cosas que, probablemente, ellos ni saben.
Está claro que en algunas ocasiones somos nosotras las que buscamos desesperadas un detalle al que sacar punta y justificar así el hecho de que pretendemos pasar de ese chico porque quizá fuimos demasiado entusiastas al aceptar la primera cita y no nos gusta nada. Si me lee alguna coqueto-fan de Sexo en NY, seguro que recordará ese capítulo en el que la excusa de Charlotte para pasar de un tío es que le compró claveles en lugar de unas flores con mejor reputación.
Si el chico no nos gusta, que nos abran la puerta del coche puede convertirse en una afrenta personal, mientras que si estamos perdidamente colgadas hasta justificaremos que nos dé con la puerta del local en las narices. Pero… (atención, coquetos, ahora es cuando viene la información de valor para vosotros) hay cosas que serían capaces de arruinar hasta una cita con Andrés Velencoso, que como todo el mundo sabe, es la perfección hecha hombre.
Las sandalias de hombre no son elegantes y no, no pueden llegar a serlo bajo ninguna circunstancia. Si la arena de la playa está al menos a 100 metros de donde vais a encontraros con la chica en cuestión… por favor, ahorradnos la visión de vuestros pies. No conseguirá un efecto muy erótico.
Camisetas sin mangas, pantalones reventones, chándal (¡oh dios, un chándal no, pase lo que pase!), kilos de gomina, un moco, pelos de la nariz que reptan hacia el labio superior… son cosas evidentes que sí, pueden empeñar hasta la cita más especial.
He escuchado cosas realmente espeluznantes, como chicos que, llegados a la parte interesante de una cita dicen cosas como: “chupa del bote” o “tócamela un rato” y mi preferida… “¿puedo comerte el conejo?”. Y no, os prometo que no son invenciones mías. Ahora mismo unas cuantas de mis amigas deben estar queriendo matarme.
¿Y qué haces en ese momento? ¿Oídos sordos? ¿Le prendes fuego?
Mejor dejemos la violencia a un lado.
Después de vivir con emoción bastantes citas de las coquetoamigas, creo que no creo es emocionalmente sano acudir pensando que es el hombre de tu vida. Lo que pasa con las altas expectativas que nosotras mismas interiorizamos, es que muchas veces son completamente imposibles de satisfacer. No hablo de conformarse, sino de ser realista y de buscar nuestra propia felicidad, no el placer estético de agarrarnos a un tío de catálogo.
Resumiendo, que no quiero ponerme aburrida.
COSAS PERDONABLES EN UNA CITA:
– Que se tire a sí mismo un par de copas encima. (Pobre, está nervioso, eso no significa que no vaya a tener buena mano en la cama)
– Que no haya acertado demasiado con la elección de ropa. (Es posible que, incluso, no sepa combinar las prendas. Pero que no cunda el pánico, aún puede ser buen tío)
– Que se haya puesto tanta colonia que estar cerca de él parezca una cámara de gas. (Quiere oler bien para ti, coqueta)
– Que se le quede algo de comida pegado a un diente. (Mejor díselo, a poder ser como si no tuviera la menor importancia. Nos puede pasar a cualquiera)
– Que no te invite (por qué tendría que hacerlo, chatas?)
– Que no te abra la puerta del coche o que no te arrime la silla a la mesa. (Los hombres que hacen esas cosas están en peligro de extinción.)
COSAS QUE INDICAN QUE ALGO NO VA BIEN:
– No deja de mirar el móvil (incluso le ves echándole un ojo a sus redes sociales)
– No deja de hablar de su madre. (Mi madre es la que mejor cocina en el mundo, mi madre me arropa por las noches, mi madre está deseando que salga con una chica que se parezca a ella)
– No deja de hablar de su ex. (Mi ex estaba muy buena, mi ex se fue con otro tío – pero yo no le guardo rencor a esa pedazo de cerda – , mi ex hacía una cosita con la nariz de lo más mona cuando iba a estornudar)
– Empieza la velada diciéndote lo mucho que le gustaría quitarte las bragas. (Y si luego imita un gruñido animal… ¡huye!)
– No hay conversación, pero sí silencios tensos (y malignos)
COSAS IMPERDONABLES EN UNA CITA:
– Escupe un gargajo al suelo cuando va andando contigo. (Y no está sufriendo un ataque de alguna extraña enfermedad que le obliga a hacerlo si no quiere morir)
– Se come con los ojos a otra tía. (O piensa que eres tonta y no te das cuenta o está tratando de sentar un precedente que, cielo… no te va a gustar)
– Su higiene personal deja bastante que desear. (Dientes sucios, orejas con más cera que un panal, olor intensa a lo que la coquetomamá identifica como “sobaquera”, uñas con mugre que no deja de mordisquear…)
– Hace comentarios fuera de lugar sobre situaciones íntimas con sus ex parejas. (He desvirgado por el culo a todas mis ex. Es fácil. Les acaricio la espalda y cuando se relajan… zasca) – Y eso último no es invención propia… lo he escuchado.
– Lleva en el coche música de Luis Miguel, Christian Castro, Alejandro Sanz… (es broma) (O no)
Y creo que mejor, voy a parar aquí!
Pero… ¿sabes qué haría este post infinitamente más interesante? Vuestras experiencias.
Soy toda coqueto-oídos!