Quién es ese hombre…

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Quién es ese hombre…

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Menuda semana llevo. Sentada delante del ordenador, cosas para arriba, cosas para abajo, pero del post de la semana… nada. Ni está ni se le espera. Había tenido muchas veces esta sensación, este “no sale nada”, pero lo cierto es que nunca me había pasado con el post. He llegado a la conclusión de que, sí, trabajar en casa es muchísimo más cómodo, pero las musas se vuelven más escurridizas, las muy putas. Sin mis chicas de Mordor y sus brillantes conversaciones a la hora del café, esto no es lo mismo. Aquí, a la hora del café, los únicos que me acompañan son mis gatos, mirándome con ojos de gacela para a ver si algo “se me cae del plato”… algo que no tocará el suelo, os lo aseguro; ellos son rápidos y mortales.
El caso es que muchos de vosotros me habéis dado ideas geniales sobre las que escribir (y que han sido convenientemente anotadas en una libreta) pero no sé por qué… nada. No salía. Y eso que eran muy buenas ideas.
El bloqueo de la página en blanco. Menuda mierda. Me puse muchas pelis de Milo, pero ni así. Bueno, esas inspiraron otras cosas…

"Joder, Beta, estás fatal. Yo me lo haría mirar..."
«Joder, Beta, estás fatal. Yo me lo haría mirar…»

Al final, he estado parte de la noche pensando que, con lo absurda que ha sido por momentos mi vida, seguro que tengo material escondido dentro de mi cabeza para escribir algo esta semana.
Y aunque había pensado tirar por ahí y contaros todas las cosas surrealistas que me han ido pasando en la vida… a última hora algo se me ocurrió.

El otro día una coqueta me comentaba en las redes sociales en tono jocoso que le había destrozado la vida porque iba a pasarla entera buscando un Víctor. Eso me hizo pensar, quizá porque todas tenemos un mito masculino que hemos perseguido durante buena parte de nuestra vida. Yo no le puse nombre cuando corría tras él. O sí. Pero siempre fue un personaje mental, de creación propia. Ya se sabe, formación profesional. Yo buscaba un malo, bueno en el fondo, que lo dejara todo por quererme súper apasionadamente. ¿Os suena? Casi todas mis amigas comparten protagonista en el imaginario común.

Ahora miro alrededor y, fijándome en mis amigas y en mí puedo asegurar que, no sé en qué punto de la vida, las mujeres terminamos dándonos cuenta de algo que ya dije en un post unas semanas atrás: a los malos que se los queden sus madres.

Supongo que todas tenemos nuestra experiencia esperando cambiar a uno de esos especímenes. Todas las que conozco yo y la mía propia (aunque me pilló muy joven, fui muy cabezota) terminaron como el rosario de la aurora. Vamos, con nosotras llorando como unas gilipuertas y ellos saliendo airosos y reforzados. Porque no nos lo neguemos: lo que hacíamos era engordarles un ego ya por sí mórbido y animarles a seguir siendo unos imbéciles. Si nunca les hubiéramos hecho caso, su postura de chulo-putas-macarra-mírame-pero-no-me-toques no les hubiera servido de nada y hubieran tenido que digi-evolucionar (como los Digimon). ¿Somos entonces culpables de lo que nos pasó? ¿Somos en parte responsables de la existencia de cabrones infumables? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Pene?

Yo tengo mi propia opinión, que se sitúa un poco en el medio y que se sustenta en en mi experiencia: somos tan culpables como ellos. Nadie tiene derecho a hacernos sentir agradecidas por que se nos otorgue atención; ni siquiera nosotras mismas podemos dotar a alguien de ese poder.

Dicho esto, que ya me he cansado de estar tan seria, voy a darle una vuelta a ese personaje masculino por antonomasia que nos han vendido desde el cine, la televisión y los libros, aunque con esto último no haga más que tirarme piedras sobre mi propio tejado.
Y es que… ¿qué tiene ese malo de película que nos vuelve tan loca? ¿Qué hay de cierto y qué inventado en ese personaje emocionalmente inaccesible que un día se lía la manta a la cabeza y deja su vida de desdén sentimental y hedonismo para regalarnos rosas? Veamos el perfil y sus viles mentiras.

El galán siempre es guapo de los que dejan ciega.
¿Os habéis dado cuenta de lo superficiales que nos hemos vuelto? Pero rompiendo una lanza a nuestro favor diré que creo que nosotras lo somos menos, porque siempre nos ha podido más, por mucho que ellos griten a los cuatro vientos que es mentira, que nos hagan reír. Para mí la risa es una de las cosas más excitantes del mundo. Déjate de ostras, champagne o pinzas para los pezones: hazme reír. Y sé un poco pillo. Ya soy tuya.
Y sí, soy consciente de que a nadie le amarga un dulce y que lo primero que nos entra viene por los ojos, pero terminamos por creer que si no cumple ciertas expectativas, no es para nosotras. He visto dejar pasar grandes personas en la vida de algunas amigas por el simple hecho de “no es mi tipo”. Y no es que yo ahora vaya de tía a la que no le importa el físico. Tiene que haber química, porque de lo contrario lo que existe es una amistad, pero yo en su momento también tuve que lidiar con mis propios prejuicios. Me conocéis y se me ve mucho el plumero: toda la vida me han gustado los tíos mucho más altos que yo, morenos, con ojos oscuros y mirada penetrante, que pudieran manejarme con una mano y con pelo en pecho. Pues mira, me casé con un chico muy mono, pero rubio, no mucho más alto que yo, delgadito, de ojitos azules vivarachos y más dulce que el caramelo. ¿Y? No creo que haya nadie ahí fuera capaz de hacerme sentir más yo. Está muy infravalorado encontrar a alguien que te haga sentir cómoda dentro de ti misma.

Triste pero cierto
Triste pero cierto

Él es un mastersex y tú masterchef.
Porque, no quiera Dios que tú seas la más experimentada. Esta pamplina me molesta un poco y mira que yo cumplí con esta norma con Valeria y Víctor. Creo que no me lo planteé. Si lo hubiera hecho a ella le hubiera dado un currículo sexual que ni Lola. Porque, lo que viene a decir esta premisa es que es normal que ellos piquen y vuelen, pero que nosotras tenemos que esperar con las piernas cruzadas y un cinturón de castidad a que se arrodillen delante de nosotras con un anillo. ¿Pero esto qué titula? Que no, hombre, que no. Que si la vida puede ser tan divertida para ellos, para nosotras también. Odio, odio, ODIO las historias en las que ella es una dulce virgen (casi siempre a edades en las que empieza a ser para hacérselo mirar) y él un semental desmedido. Como diría Lola: a follar, que el mundo se acaba, leches.

En sus abdominales se puede rallar queso.
Vamos a ver… no me malentendáis. Que yo le veo el estómago a Velencoso y me pongo bizca, pero hay que saber situar cada cosa en su lugar. Una cosa es el imaginario sexual y otra muy diferente la realidad. Y seamos francas… ¿qué porcentaje de tíos en un bar tiene marcados los abdominales o unos pechos de estos como para llevar sujetador? Bueno, según, si es al que van los de Hombres y Mujeres y Viceversa habrán tetas para dar y tomar, pero hablamos de garitos normales. ESO NO ES LO NORMAL. Por eso desde aquí hago un llamamiento: Andrés Velencoso, que vayas sin camiseta por la vida es una acción social. HAZLO MÁS. (Milo, tú también puedes aplicarte el cuento)
Por cierto… ¿os habéis dado cuenta de que los protagonistas de novela romántica o picarona siempre tienen un cimbrel del tamaño de un brazo hidráulico? Si es que nos va la marcha…

"Me voy a poner aquí en la ventana para que me vean bien estas pobres cachorras"
«Me voy a poner aquí en la ventana para que me vean bien estas pobres cachorras»

Está acostumbrado a ir de cama en cama pero a ti va a regalarte su corazón.
Ejem, ejem. A ver, que puede pasar. Una de mis amigas comentaba hace poco que siempre pasa lo mismo con el pichabrava típico. Se tira a todo lo que se mueve y le apetece y a ti te hace sufrir como una perra, pero en un momento dado conoce a una chica y de repente… está casado y tiene dos hijos, un chalet, un perro como el del anuncio de Scotex y un pareado en la sierra. Y del follatodo al padre de familia hay una diferencia de… ¿meses? Bueno, vale. Yo siempre contesto a esto con la misma frase: “Haberlas haylas, como las meigas.” Pero… ¿cuántas probabilidades hay de que nos toque a nosotras? ¿No sería mejor buscar a alguien bueno? Ah no, que los buenos cuando tenemos veinte nos parecen aburridos (y cuando tenemos treinta están en peligro de extinción y más pillados que carracuca). Y daos cuenta de una cosa… no somos nosotras las que hablamos… ¡Es nuestra dramaqueen! Yo suelo guiarme por una máxima: si se lo hace a los demás, todo apunta a que terminará haciéndotelo a ti.

Tiene un gusto exquisito.
Si está contigo es porque tiene un gusto exquisito, en eso estamos de acuerdo. Pero… lo normal es empezar con alguien y tener que luchar contra discos de los que ponen como hilo musical en el infierno, pantalones de pana maltrechos, calzoncillos roídos, costumbres gastronómicas cuestionables, sábanas de club de la A3 Madrid – Valencia, zapatos de hacer gritar a tu tía la tuerta… Pero de la misma manera que ellos tienen que hacerse un sitio en nuestro mundo cuqui de zapatos, bolsos, maquillaje, ochocientos cojines en el sofá, chopomil marquitos de fotos, sábanas a flores, galletitas dietéticas… sin perder un ápice de su masculinidad. Porque esa es otra… en las películas, novelas, etc, el chico en cuestión puede ser lo que quieras, pero es más macho que si Chuck Norris y Steven Seagal tuvieran un hijo.

Una foto de Chuck Norris es el mejor anticonceptivo del mundo. La miras y lo que menos te apetece es echar un polvo.
Una foto de Chuck Norris es el mejor anticonceptivo del mundo. La miras y lo que menos te apetece es echar un polvo.

Es un celoso posesivo.
Ehm… NO. Mejor que no. Que no voy a ser yo la que diga que no mola que de vez en cuando tu chico se cele un poco y se dedique a mimarte más, por si aca. Lo que me indigna es ese modelo de hombre que ahora parece haberse puesto de moda que no deja que hables con ningún tío, que opina sobre el largo de tus faldas, al que no le gusta que te maquilles o te pintes las uñas y que, encima, te reclama como suya como en un grito de guerra a lo “Gibraltar español”. Vamos a ver, cuándo nos entrará en la cabeza que eso no es amor. ESO ES INSEGURIDAD. A mí un tío me dice que me quite el pintauñas rojo porque es de furcia y cuando se levanta por la mañana no solo se las he pintado a él si no que le he tatuado la raya del ojo a lo mirada de gato. Que no, hombre, que no. Que como decía aquella pintada callejera “la talla 38 me aprieta el chocho”. Ay, no, espera, no era esa. Es esta: “No puedo ser la mujer de tu vida porque ya soy la mujer de la mía”. El tío que entienda y acepte esto… ES BIEN.

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