La coqueta y el fin del mundo

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

La coqueta y el fin del mundo

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No sé si lo he dicho alguna vez, pero soy bastante hipocondriaca. Una vez desperté a mi mejor amiga, que es médico, porque tenía la mano azul. Al final el diagnóstico fue que soy retrasada mental y mis vaqueros desteñían. ¿Qué le vamos a hacer? Algunas nacen con una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado y yo nací de esta guisa… ni lo uno ni lo otro. Bueno, si como pecado contamos la celulitis entonces al menos cumplo uno de esos requisitos.

Ay qué hipocondría más mala!!
Ay qué hipocondría más mala!!

La cuestión es que quien me siga en Twitter ya sabrá que el tema del ébola me ha tenido un pelín nerviosa los últimos días, sobre todo por la pésima gestión de la información y el morbo por el que se ha sustituido el buen hacer periodístico. Pero esta es otra cuestión.
Como ya me pasó cuando me dio por leer novelas de zombies, como la genial trilogía de mi buen amigo Manel Loureiro (que, ya no es ningún secreto que inspiró el personaje de Bruno en la Saga Valeria pero al que aclaro que no he visto en las mismas circunstancias en las que describí a Bruno, ejem, ejem), me ha dado por pensar en el fin del mundo. Le he estado dando vueltas, no creáis. Dándole vueltas y llenando la alacena de productos no perecederos. Como aquella vez que escuché que existía la posibilidad de que se devaluara el euro y estuve a punto de comprar un saco de harina industrial para hacer pan en casa…
En fin, que estoy loca tampoco es algo que os vaya a sorprender ahora.

¡¡Lo desapruebo!!
¡¡Loca, por un beso tuyooooooo!!

La cuestión es que he decidido dejar de angustiarme. Lo que tenga que ser será, me preocupe o no. Así que he dado la vuelta a la tortilla y como tengo una neurona loca suelta ahí arriba dando una fiesta de pelotas, he terminado por convertir la alarma en delirio. Lo que quiero decir es que ahora en lugar de imaginar escenas horribles, he elaborado un listado totalmente demencial de cosas que hacer cuando el fin del mundo se anuncie. Algunas son totalmente imposibles, ya lo sé. He visto muchas películas de estas de desastres naturales y crisis mundiales (a lo mejor por eso de vez en cuando no puedo dormir…) pero sé que me dejaréis ser poco rigurosa con la realidad en esta lista que no es más que una tontería gigante con la que reírme durante un ratito. Vayamos allá.
Cosas que hacer cuando llegue el fin del mundo:

1. Buscar la manera de hacerle cosas horriblemente pervertidas a: Milo Ventimiglia, Andrés Velencoso, Henry Cavill, Jamie Dornam y un par de nombres españoles que no puedo incluir en la lista por razones obvias (quiero seguir pudiendo mirarles a la cara cuando me los cruce en la vida). ¿Cómo? Pues no tengo ni la menor idea, porque es más que probable (es seguro) que lo último a lo que querrían dedicarse estos mozalbetes durante los últimos días antes de la llegada del apocalipsis fuera a retozar conmigo. Pero si en algún momento de la vida el uso de una cerbatana con tranquilizante para caballos está justificado… es este.

"Ostris... qué mal cuerpo y qué sueño más raro he tenido. Venía una loquer del coñer y me hacía guarecidas"
«Ostris… qué mal cuerpo y qué sueño más raro he tenido. Venía una loquer del coñer y me hacía guarecidas»

2. Llamar por teléfono a un par de personas… y no para desearles un feliz apocalipsis precisamente. Me iba a cagar en toda la estirpe de alguno. Tengo palabras guardadas en un rincón de mi masa cerebral para el día en que se anuncie que un asteroide se acerca a una velocidad mortal y que Bruce Willis no puede interceptarlo porque está en Solmanía poniéndose moreno. Cosas como: comemierda, frígida o espero que mucha basura espacial incandescente termine incrustada en tu recto. Esas cosas sientan bien.
3. Irme de compras. Sí, así soy yo. El mundo se termina y todos hacen acopio de víveres, asaltando supermercados y farmacias mientras yo me voy a la calle Serrano a comprar cosas que no puedo pagar. ¿Y por qué? Pues porque yo soy como el tonto/gordo/freak de la película que muere el primero de alguna manera totalmente estúpida del tipo: “se me queda enganchado el bolso en el hueco del ascensor y por no soltarlo caigo al vacío lleno de lava”. Y que nadie me pregunte por qué iba a estar lleno de lava el hueco de mi ascensor. Son cosas que pasan en las películas de desastres. Así que, para media hora que me queda en el convento, me calzo de Chanel, gracias.
Pd: Si por un casual al final Bruce Willis ha salido antes de tiempo de su cita en el solárium y consigue salvar el mundo, confío en que el caos imposibilitará la tarea del cobro de morosos. 😀

"#FotoAscensor antes de ir a currar. Me voy a por la Beta que se cree que no le van a cobrar las sandalias de Dior"
«#FotoAscensor antes de ir a currar. Me voy a por la Beta que se cree que no le van a cobrar las sandalias de Dior»

4. Comer cosas que engordan como si no hubiera mañana. Bueno, se supone que no lo habría, claro. Así que adiós a la preocupación por si en las fotos se me ve papada. Adiós al “dios mío, no me abrochan los vaqueros”. Yo el fin del mundo me lo pasaba en chándal (de los de gomilla en la cintura que no aprieta) comiendo cosas envasadas y chino a domicilio. Porque seamos realistas, ¿alguien cree que los restaurantes chinos cerrarían?

La dieta del fin del mundo. Pásame la mayonesa.
La dieta del fin del mundo. Pásame la mayonesa.

5. Maratón de capítulos de Sexo en Nueva York y películas de mozalbos de buen ver. Las persianas bajadas, palomitas y ale. Si explota el mundo ahí fuera ya me enteraré. Pero mientras tanto… ahí estoy yo viendo modelitos e imaginando escenas tórridas entre una servidora y Milo, por ejemplo. Ah, no, que en ese momento yo ya me habría gozado de un momento tórrido con él, ¿no? Ay… entre tanta mentira ya no me aclaro.
6. Hacer seguimiento del fin del mundo desde mis redes sociales, pero en plan absurdo. Fotito de Instagram: “Me encanta mi jersey y la bola de fuego que se acerca a la tierra y que extinguirá a toda la humanidad” o estado de Facebook del tipo: “Hoy, para conmemorar la llegada de los cuatro jinetes del apocalipsis, ¿qué tal si escuchamos un poco de música? Aquí os dejo Las Gregas con ‘te estoy amando locamente’.»

Ni que decir tiene que todas estas cosas (y más) las haría totalmente borracha. Y ya que estamos, de ginebra de la buena. Que la vida son dos días y paso de estar medio de resaca. 😛

Pd: ¿Me perdonáis por tanta absurdez, verdad?

Pd2: He encontrado una foto más absurda que este post y quiero compartirla con vosotras. Pene.

"¿Alguien puede explicarle a Beta por qué estoy en postura "cargante" con un pato en la mano? Gracias."
«¿Alguien puede explicarle a Beta por qué estoy en postura «cagante» con un pato en la mano? Gracias.»

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