“Eres mía” y otras formas de matar mi libido

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

“Eres mía” y otras formas de matar mi libido

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Estoy un poco asustada, ¿para qué negarlo? No, esta vez no tienen nada que ver gente disfrazada de payaso ni los hits de Chiquetete. En esta ocasión me temo que el tema es un poco más serio.

Hace unos meses en casa decidimos aumentar nuestra calidad de vida dejando de ver el telediario. Sin embargo, es imposible y absurdo intentar crear una burbuja a tu alrededor y vivir en una fantasía en la que todo es multicolor, por lo que seguimos estando al día de las noticias, pero por otros medios. A lo que quiero llegar es a que creo que estamos involucionando.
Una buena amiga y yo comentamos una vez cómo lo que hemos llamado la sociedad de la información está llevando a la desinformación. Demasiados canales, demasiados emisores, medios… demasiado de todo y lo único que se crea es un maremágnum de mensajes en los que ya no es fácil identificar qué es lo importante y qué lo banal. A pesar de eso sigo siendo fiel defensora de la pluralidad de los comunicadores.
Una entradilla un poco seria, viniendo de mí, lo sé.

Soy una persona de buen leer. Me sé de memoria hasta la composición de los champús. Me gusta leer y leo mucho. A veces leo por placer, otras por trabajo y en ocasiones por afán de investigar. Es normal cuando uno se dedica a lo que me dedico yo. Por lo tanto, leo mucho del género en el que se han adscrito mis libros, esté o no de acuerdo con esa etiqueta. Y lo que cae en mis manos puede gustarme más o menos, pero lo cierto es que he identificado algo en muchas de esas lecturas que apunta hacia la idea de la “involución”. ¿Qué es? El modelo de mujer y de hombre que las heroínas y héroes literarios comunican.

“Eres mía” es una de las frases más utilizadas por los “galanes” de libro últimamente. Y me acojona sobremanera que la protagonista suspire de amor cuando escucha este mensaje. Lo he dicho en muchas ocasiones y la frase no es mía, que conste: “no puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía” y con eso creo que ya tenemos suficiente.

Un modelo de hombre posesivo, violento, celoso, que controla incluso el modo de vestir de sus parejas, me parece un mensaje peligroso. Yo tengo treinta años y sé discernir entre la ficción y la realidad pero… ¿qué pasa con esas chicas aún muy jóvenes en cuyas manos cae este tipo de literatura? ¿Van a pensar que la prueba de amor definitivo es que su novio les prohíba salir con sus amigos de siempre, vestir como quieran, maquillarse…? Porque… ¿hacia dónde cojones va el mundo si eso termina instaurándose como norma? Que paren el mundo que me quiero bajar.

El otro día, durante una cena con mis amigas del colegio, una de ellas comentó que su madre, profesora en un instituto, estaba alarmada por el comportamiento sumiso de las jóvenes para con sus novios. Creen que darle el control de sus vidas a otra persona les procurará amor eterno. Pero… ¿qué clase de amor? No es amor si te anula.

No, un tío que defiende a puñetazos su amor por ti, no es un hombre. Y no, nadie que te controle al milímetro hasta el límite de quitarte el esmalte de uñas mientras duermes porque considera que el rojo es poco decoroso, te respeta lo suficiente como para quererte un mínimo.
Tengamos mucho cuidado con lo que comunicamos, porque todo termina siendo parte de algo mayor y corremos el riesgo de asentar bases peligrosas para las relaciones del futuro.

Así que permitidme tomarme la licencia de lanzar este mensaje:
– Adiós a los héroes violentos. No quiero que nadie me defienda a puñetazos. Quiero un galán que me deje defenderme por mí misma.
– Huyamos del control. Porque no tiene por qué saber qué haces, dónde estás y con quién en todo jodido minuto. Porque no tiene por qué controlar lo que dices o dejas de decir o lo que decides ponerte, comer o bailar. Alguien que nos quiere jamás nos impondrá su opinión, solo buscará que estemos sanas, felices y enamoradas desde el respeto, el diálogo y nunca la censura.
– Cansancio me dan los héroes conflictivos. Los malos en su casa, que en la mía solo quiero a los buenos, aunque haya quienes los consideren simples. Para complicada ya está la vida.
– Odio hacia los mensajes de amor grandilocuentes que no se respaldan con acciones reales. Puede gritar a los cuatro vientos que el azul de tus ojos es como el mar en el que se ahoga, pero después tiene que demostrar que te quiere y tiene que hacerlo de una manera sana.

Y por último, un consejo, aunque ya se sabe que los consejos y las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene uno y tendemos a pensar que los de los demás apestan. Pero ahí va: si no puedes contarle a nadie las cosas que hacéis juntos o las que te dice, si intuyes que a tu madre no le gustaría la persona que eres con él o que tu padre se podría enfermo con cómo te trata cuando estáis solos… dale una patada en los cojones y boleto de vuelta a la tienda de madelmans de la que haya salido. Ese, no te interesa.

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