Coque-consejos post ruptura… o algo así.

Elísabet Benavent

Elísabet Benavent

Coque-consejos post ruptura… o algo así.

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Después de una temporadita sin publicar por culpa de Matrix las nuevas tecnologías (ya sabéis que nos hemos mudado a nuestro propio dominio, que quieras que no siempre es más coqueto) he decidido retomar la noble tradición de descojonarnos un poquito de la vida. Esta vez me gustaría hacerlo a partir de un tema serio, porque soy muy mucho yo de frivolizar con temas que me duelen en busca de alivio. La risa es como un bálsamo y creo que es muy sano reírse de uno mismo de vez en cuando. Yo lo practico habitualmente (sobre todo después de caerme por las escaleras estilo “albóndiga asesina”. Creo que ese es el único deporte que practico…

Al ajo, que me pongo ahí a divagar y al final parezco mi padre (papi, con amor, pero sabes que divagas un pelín). De lo que quiero hablar hoy es de los errores más recientes que se cometen tras una ruptura. Y bajo este título, “Coqueta… no lo hagas” quiero que nos riamos un poquito con esas verdades (a medias, que yo soy muy payasa) en las que caemos cuando la relación en la que nos hemos embarcado fracasa.

Las relaciones son complicadas, eso no lo puede negar nadie. Partiendo de la base de que una pareja junta a dos individuos completamente diferentes, cada uno de su madre y de su padre (gracias a Dios, de lo contrario sería incesto), criados de maneras distintas y con sus propias aspiraciones… lo raro es que alguna pareja llegue a buen puerto. Tengo una amiga que sostiene que la soltería es nuestro estado natural y que lo de andar con alguien estable (o casarse a los 24 como yo, que estoy loca del coño) es una imposición social. No digo que no… ni que sí. ¿Yo que voy a decir si me casé hace ya cinco años? La verdad… os pido encarecidamente que no me hagáis demasiado caso. No me toméis muy en serio. Creo que nadie lo hace y la que menos yo.

Si una cosa tenemos que tener clara cuando se rompe una relación es que tener pareja no supone la panacea para solventar todos los problemas del ser humano. Lo primero, seguimos respirando y… aunque en el momento parezca que no, es lo más importante. Yo creo que durante las primeras semanas es mucho más sano centrarse en todas las cosas malas de ese noviazgo, matrimonio o conjunción de astros. Si dejaba palominos en los calzoncillos; si se reía como si fuera monguer; si su madre era imbécil; si bla bla bla. Todos sabemos que después de una buena temporada con alguien esas cositas que te resultaban adorables de tu chic@ se convierten en el motivo por el cual estarías dispuesto a vestirte de ninja y dar patadas voladoras. (Como me gusta lo de las patadas voladoras. Cuando estrenaron Tigre y Dragón mi hermana y yo nos pasamos una semana fingiendo que volábamos. Al final lo que voló fue mi culo por las escaleras.) Pues eso, que nadie es perfecto y más se perdió en Cuba y volvían cantando. Eso es lo que dice mi madre. Bueno, en realidad la señora Rafaela lo que dice cuando alguien de mi entorno rompe con su chico es: “por el mismo precio otro”.

Sé que es muy fácil hacerlo y muy difícil aplicarlo tal y como sé que mi experiencia adolescente en rupturas a día de hoy ha quedado ya obsoleta. Once años con el que ahora es mi marido tienen la culpa. Pero vamos, que a mí también me dejaron y me rechazaron (ahora que lo pienso, quizá con demasiada intensidad y asiduidad) dejándome hecha una auténtica mierda. Os cuento un caso. (Lo siento Pau) Cuando estaba en el instituto me entró una perra gorda con mi compañero de mesa. Yo salía con un rompeenaguas que me dejó antes de hacer un mes juntos para enrollarse con otra amiga mía (a la que ya perdoné hace más de una década, claro) y él era como muy buenecito. El caso es que pasó el tiempo y como soy una kamikaze, decidí confesarle mi amor a la mínima oportunidad que tuve de estar a solas con él. Resultado: si hubiéramos estado en un acantilado me tiro después. Yo le aprecio mucho (a día de hoy, lo odié durante más de 10 años) pero su contestación no fue la más elegante del repertorio. Me quedé hecha un moco pero como era adolescente, un par de meses después me enamoré perdidamente de otro rompeenaguas que… me puso los cuernos. Pero era tan mono… ahora que lo pienso se parecía un poco a Milo Ventimiglia de joven… en fin.

Hasta adolescente me gusta a mí este hombre. Bomberos, vengan a apagar la hoguera de mi ropa interior!
Hasta adolescente me gusta a mí este hombre. Bomberos, vengan a apagar la hoguera de mi ropa interior!

A lo que iba.

A pesar de que mi experiencia ha quedado obsoleta, que lo sé, he vivido algunas rupturas a mi alrededor y creo que hay un patrón común que se repite en todas las reacciones posteriores. Algunas me parecen sanísimas pero otras creo que solo nos hacen daño. ¿Qué tal una lista de estas que me gusta tanto?

Y lo dicho, no me toméis demasiado en serio.

Consejo nº 1: Ponle límite a tu “duelo”.

Yo tengo una amiga muy sabia que, en una ruptura especialmente dura se dio dos un máximo de un mes para llorar y lamentarse. Ni un día más ni un día menos. Después de eso se obligó a levantarse con una fuerza de voluntad titánica. Eso sí, durante el mes que se permitió estar mal hizo todas esas cosas que se tienen que hacer: sollozar, pegar puñetazos a cojines, odiar al ex, comer helado…

No es una ciencia exacta. A decir verdad, hace poco me confesó con una sidra en la mano, que le sigue doliendo si lo piensa. “Pero… ¿qué sentido tiene pensarlo?”, me dijo. Me pareció algo sanísimo que, no obstante, no sé si yo sabría hacer. Hay que ser muy espartana, la verdad.

Consejo nº2: No vayas a peluquería.

Un error comúnmente extendido es el del cambio de look después de una ruptura con el fin de animarse a una misma y todas esas cosas. Mal. Error. Mec. ¿Por qué? Pues porque no estás en situación de decidir como merece si es buena o mala idea raparse la mitad de la cabeza o teñirte los mechones de delante de rojo Moscú. De verdad… date unas semanas o unos meses. Y si vas… que sea solo cortarte las puntitas y que te den masajitos craneales.

Yo doy una alternativa para ese momento en el que te dices: voy a darme un caprichillo y a mimarme porque yo lo valgo. Manicura y pedicura. Tiene cero peligro y es una gozada. Para más señas, las coquetas que estéis en la capital, os recomiendo My Little Momo, porque es una experiencia agradable de principio a fin, incluyendo el café y pastitas que te ofrecen al sentarte en el sillón y que te sirven en una preciosa vajilla de porcelana. Otra idea: un masaje. Sales relajada, hidratada y… tan agotada que no te apetece pensar en si tu ex es imbécil (que es muy probable porque… ¡mírate! ¿Quién iba a dejarte si no fuera imbécil?).

Consejo nº3: El helado no es la solución.

Esto te lo digo yo que, hará años que no vivo una ruptura (Mr. Coqueto, como me dejes te persigo por todo Madrid y te araño para arriba que se infecta antes), pero he tratado de solucionar muchos problemas/disgustos con helado. Al final tengo más celulitis (además una señora celulitis, a la que hay que hablar de usted) más tripa, más papada (mi archienemiga) y más de todo menos felicidad.

Eso sí, esto es como todo. Un capricho porque tú lo vales sí puedes dártelo. El chocolate hace que el cuerpo humano se liberan endorfinas que «producen alegría, felicidad y amor”. Por estoy tan feliz, porque he mandado a la mierda la puta dieta y me estoy concediendo permiso para farfullar con un bombón en la boca. Dios… se me cae hasta la baba. Dadme un momento, que estoy inundando el teclado..

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Hecho. Teclado lamido.

¿Por dónde iba? Ah, sí. Que si os queréis conceder un caprichillo post-ruptura que os alegre un poquito el día os aconsejo PIE IN THE SKY, un postre totalmente maligno y traicionero, demasiado bueno para ser real que consiste en: Tarta de chocolate blanco y oscuro con nuez de la India, sobre una cama de helado de vainilla, chocolate y caramelo caliente, cubierta de nata montada. O lo que es lo mismo: ceguera segura. Tú sales del Fridays, que es donde lo sirven, en un estado semejante a la felicidad postcoito. Una única diferencia: este placer engorda.  ^

He aquí el objeto del pecado, tan dulicioso e ingrato a la vez
He aquí el objeto del pecado, tan dulicioso e ingrato a la vez

Consejo nº3: Desahógate con tus amigas… pero no te pases.

Las amigas son un regalo del cielo, eso es así. Por eso… mejor que sigan considerando que tú lo eres, ¿verdad? Porque es trabajo de amiga consolar a esa coqueta de la pandilla que lo está pasando mal. PERO (siempre hay un pero, en todo menos en Velencoso) no descargues tu ira, tu frustración o tus ganas de matar con ellas. Están para ayudarte, para escucharte y para mimarte, pero no para aguantar que alguien las trate mal porque se siente hecho una mierda. Lo peor es que, si te dejas llevar por el lado oscuro y embistes contra ellas, tú tampoco te sentirás mejor. Todo lo contrario.

De todas maneras, voy a decir una cosa que a lo mejor no viene mucho a cuento, pero que me parece que todos deberíamos tener en cuenta: es infinitamente más fácil estar al lado de alguien cuando está mal que cuando le van las cosas perfectamente bien. El ser humano tiene dentro de sí mismo algunos puntos muy ruines y… hay gente para la que es muchísimo más sencillo darte una palmadita en la espalda cuando lloras que alegrarse por tus éxitos. Amigo es el que está en las dos situaciones.

“Dejadme en paz, pandilla de golfaaaaas”. Convertirte en un mandril asesino con tus amigas no es la solución. Y te merecerás que te aplaudan la cara
“Dejadme en paz, pandilla de golfaaaaas”. Convertirte en un mandril asesino con tus amigas no es la solución. Y te merecerás que te aplaudan la cara

Consejo nº 4: Está bien que te vayas de picos pardos pero… ojo.

¿Por qué ojo? Pues porque el despecho es un arma de destrucción masiva que, como un misil teledirigido mal calibrado, acaba volviendo a nosotras mismas y explotándonos en las narices.

No es solución:

–          Pasar de la vida contemplativa a el discotequeo día sí día también

–          Beber de más

–          Follar como un animalillo en celo

Puede que en el momento parezca una buenísima idea pero ten en cuenta que:

–          Que tu jefe se harte de tus resacas y te despida no va a molar nada.

–          Las resacas no molan. Y el alcohol no es solo un líquido fuerte metido en una botella a precio de oro. No es un genio en una lámpara que te va a conceder deseos.

–          Follar sin miramiento con cualquiera no porque te apetezca si no porque estás dolida… te va a hacer sentir fatal. Por no decir que te dará menos gusto, claro. No es lo mismo follar medio pedo en los baños de un garito que irte a la cama con un chico que te guste. Yo igual soy medio moñas, pero que me hagan reír me parece súper sexy. Eso y los torsos bien puestos, ¿para qué mentir?

Consejo nº5: Ni hay que lanzarse sobre el clavo enseguida ni hay que salirse del mercado.

¿Qué quiere decir esta loca del coño con esto? Pues es bien fácil. Ni es sano que, después de una ruptura que te ha hecho daño te lances en una huída hacia delante hacia el próximo hombre de tu vida. Las prisas son muy malas apañeras. Sí, he escrito apañeras. Me gushhta. El caso es que tómate tu tiempo para retomar el contacto contigo misma. Un “hola, ¿qué tal estás?” por la mañana cuando te mires al espejo. Hacerse casito una misma y mimitos también. Está muy bien que otro te quiera pero… no hay nada como quererse a una misma.

Pero claro… sin pasarse. El término medio. No te vayas a venir arriba y digas: me salgo del ruedo. Porque nunca sabes dónde vas a encontrar a la persona con la que compartir la vida sea genial. A lo mejor, ese chico majo con el que pensabas que no iba a pasar nada pero al que le seguiste el rollo cuando te dio palique, resulta ser alguien capaz de quererte mucho, quererte bien (importante lo de querer BIEN) y compartir la vida a tu lado. Eso sí. Recuerda la primera parte de este consejo: lo primero es invertir en la relación con nosotros mismos. Eso sí que es un idilio para siempre.

Y ahora ya podéis matarme por poner una foto tan moñas
Y ahora ya podéis matarme por poner una foto tan moñas

 

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